toda la élite de la ciudad, no para celebrarme a mí, sino para mostrar su poder y conexiones. Yo, Sofía, era solo otro de s
de un fantasma. Ocho años siendo l
con el lujo ostentoso de los invitados. Mientras sostenía una copa de champán, sintiendo las miradas curiosas
orde de la piscina, Mateo me
hampán se derramó, la copa se hundió en el fondo azul. El agua fría me empapó hasta los huesos, pegando el
pegado a la cara, y vi a Mateo de pie
llena de un odio que no le correspondía. "¡
n una mal disimulada satisfacción. Ricardo no se movió. Se quedó de pie junto a la mes
uperficie, distorsionado, como mi vida. Y en ese momento, una extraña calma me invadió. Ya no había lucha.
e mármol. Ignoré las miradas y caminé directamente hacia mi
diseño que me había tomado semanas perfeccionar. Mientras me quitaba el vestido mojado,
es tu
l papel rasgándose fue agudo y definitivo
en una mueca de acusación. "¡Le diré a papá que dest
aprendido de su padre. En el pasado, habría tratado de e
a. No lo perseguí. No valía la pena. Mi corazón, que durante años
tación estaba en silencio, salvo por el eco de la música lejana de la fiesta. Mi mi
estaba colgado de la lámpara de pie con una de mis bufandas de seda. Sus patitas no se moví
a risita contenida de Mateo desde el p
o encontré, un gatito abandonado en la calle. Recordé las noches en que se acurrucaba a mi lado, su ronroneo era el único consuelo en la fría
novecientos veinte días que había pasado en esta casa. Ocho años. Había sido una buena esposa, una m
por
abracé contra mi pecho, manchando mi ropa limpia con su sangre. La calidez de su cuer