saba mi hijo. El aire se volvió pesado, espeso con la profanación que acababa
" susurré, mi vo
una madre me dieron una fuerza que no sabía que tenía. Logré ponerla de pie, aunque torcida. Empecé a reco
vaba, respirand
solo una piedra. Te
momento sentí lástima por él. Pero la lástima se evaporó
n los dientes apretados. "Él
golpearlo. Su rostro se contorsion
maté a
con más fuerza. La piedra se partió por la mitad con un cr
aferré a los pedazos rotos d
por fav
del brazo, inte
solo basura! ¡Com
itando. No por mí, sino por e
en paz!
ial comenzó a caer, fría y violenta. En segundos, estábamos empapados. El agua convirtió la tier
a conmigo, una manifestació
he de lujo, aparcado a unos metros. Se metieron dentro, secos y seguros, y me observaron desde la
os pedazos de la lápida de mi hijo. El agua helada me calaba hasta los huesos, mis dedos estaban entum
en el lodo con mis propias manos, buscando cada pequeño trozo del ángel roto. Mi cuerp
a dar vueltas. Lo último que vi antes de desmayarme fue el rostro satisfecho d
ertizo de herramientas en el jardín trasero de la casa que una vez fue mía. La tormenta había
aba de frío. Me puse de pie con dificultad y me asomé. A través d
moda. Reían. Isabella llevaba puesto uno de mis vestidos de seda, uno que Carlos me h
bertizo y caminé, cojeando, hacia la casa. Entré por
on de reír. Sus rostros mostrar
ijo Carlos, como si
ueña caja de madera. Era donde guardaba el primer mechón de pelo de Mateo,
caja en
, mi voz ronca. "Y lueg
ntó y se interpu
los me dijo que era ba
e la caja. La apar
trevas a
trás, fingiendo estar má
s, me ha
sonrisa maliciosa jugando en sus labios. Se ac
a, deberías a
radec
para Carlos. Él tiene una carrera brillante por
é, inc
tre de una manera deliberada y teatral, "podrá tener un
arlos, buscando una negación, una señal de
Solo me miró con una mez
se regodeaba de ello frente a mí, s
ntí que me partía en dos. La pequeña caja de ma
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