esonó en el silencio cargado de la habitación. Carlos e Isabel
cho como si fuera el propio Mateo. Levan
cier
mbros, con una arro
a conexión que tú nunca en
sin alegría. "La engañaste. Le mentiste sobr
giré haci
sado. Sabías que teníamos u
" dijo Isabella con una
ón y egoísmo. Tú querías su estatus, él quería el fav
nía solo tres años. Lloraba, delirando. Le rogué a
rando. Mañana tengo una reunión importantí
do una llanta a veinte minutos de casa. Carlos saltó de la c
jo enfermo, rezando par
de una furia reprimida. "Mateo ardía en fiebre y no quisiste ll
ió la mirad
aciones di
empre la elegiste a ella. A ellos. Nosotr
juego. Su rost
res el divorcio? Perfecto. Divorciémono
con una facilidad que me sorprendió a mí misma
dad, me estaba liberando. Él no sabía que yo ya no estaba sola. No sabí
sabella, ansiosa por deshacerse de mí. "Y asegúr
maletín. Eran los mismos papeles de antes,
iero volver a ve
y añadió una cláu
o sobre la herencia de la familia Rivera. Para
como observar a dos insectos venenosos en un fra
él. Pensaba que renunciando a todo, yo me quedaría en la miseria. No sabía que la casa en la que vivían, los
página. En la última, donde admitía la "culpa
egué los
siguieron lo que querían. E
a la puerta, sintiendo sus mi
o como si fuera la primera vez. La libertad era agridulce,
fiel y una madre negligente en los papeles. No me importó. E
parición pública como la señora Vargas. Llevaba un vestido elegante, el cabello
vieron del brazo de Ricardo, sus rostros s
entre la multitud,
de todos. "¿Cómo te atreves a aparecer
rmurar, mirándome co
su voz resonando en el gran salón. "¡Me abandonó después de que nuestr
endo la versión del marido afligido y traicionado. Sentí la
as," cuchicheó una
vera, qué traged
expresión de falsa tristeza, alimentando el
rmenta, sintiendo el peso de sus men
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