a tragedia que nos había golpeado. Mi cuñada, Elena, la esposa de mi hermano mayor Fernando, había fallecido en un accidente de coche hacía
rmano Fernando. Él se sentaba en el sofá, con la mirada perdida, un fantasma de
que es un momento difícil para todos, pero tenemos
todos esperábamos
ontinuó, su mirada clavada en Sofía. "Sofía, tú y Elena eran hermanas gemelas, casi l
estaba pálido por la conmoción. Luego miré a mis propios padres, quienes bajaron la mirada, ev
emblaba de incredulidad y rabia.
el segundón, el que siempre tenía que ceder. Si Fernando quería un juguete, era suyo. Si quería las mejores notas, yo tenía que ayu
ando y Elena. Recuerdo perfectamente el día que le propuse matrimonio. No tenía mucho dinero, acababa de
pero con una sonrisa radiante, "no necesito
ropios ahorros en mi negocio y trabajó a mi lado día y no
la compartiera con mi hermano como si fuera un obje
ie, enfrentando a su madre. "Amo a Ricardo, él es mi esposo. ¡Jamás lo tr
a mi lado. Era mi Sofía, la mujer fuerte y leal de la que me había enamora
nos acosó, apelando a la tragedia, a la tradición,
a la cocina a por un vaso de agua, la casa estaba en silencio. Al pasar por el pasillo, escuché un ruid
ba ligeramente entreabierta. Un miedo helado me recorrió la espalda. P
la espalda mientras ella reía, una risa íntima, cómplice. La misma risa que compartía conmigo
me cayó de las manos y se hizo añicos en el suelo, pero el ruid
se superpuso con la imagen de ella en la cama de mi hermano. Todo era una menti