ue todo hubiera sido una pesadilla. Pero la caja de terciopelo en mi mesita de noche era un recordatorio tangibl
raña. Sus ojos, normalmente llenos de vida y pasión por la cocina, ahora estaban vací
ñana, su voz sonaba tan ca
ormiste bien? Anoche te fui
fuerza, luchando por
cabeza. Nada impo
e salía de mi boca me que
ver al abogado para firmar los papeles prematrimoniale
i voz era un hielo fin
ia el restaurante original, "El Rincón de Elena" , el lugar donde aprendí a cocinar, el alma de nuestro legado familiar. El resto del imperio Romero era de mi p
o con la misma tipografía y formato que el acuerdo prematrimonial. Este documento no transfería mis bienes a Ricardo en caso de divorcio, sino que me daba control total e irrevocable
como la Sofía de siempre: dócil, enamorada
fingiendo confusión mientras hojeaba
onrió con
hija. Para proteger el pat
acarició
i amor. Y luego podr
y disimulado, mientras el abogado se giraba para contestar una llamada, cambié e
o," dije con un
destino, cómo entregaban su poder sin siquiera darse cuenta. Después, con una mano que no me tembló, firmé el acuerdo prematrimonial re
te más caro de la ciudad. Brindaron por el futuro, por
cardo, levantando su copa.
adre, mirándome con una falsa ca
é mi copa
alu
anecí en silencio, observándolos. Ya no sentía dolor, solo un frío desprecio. Eran do
mida terminó
e. Me siento un
intentó
la noche,
miré directamente a los ojos, dejando que viera
me verás en la noc
iló. Mi padre
nifica eso
jandro del Valle. No aparté la
voz sonaba fuerte y clara. "E
atrás. Podía sentir sus miradas confundidas y furiosas en m
a abrí. Estaba llena de fotos. Fotos de Ricardo y Rebeca. En la playa, en fiestas, celebrando aniversarios. Había notas de amor, tarjetas. Cinco años de una vida secreta, documentada en esa caja. El dolor volvió, agudo