una y otra vez, como una pelícu
éndose bajo la bota de Ricardo Mendoza
tos, gritando hasta quedarse sin voz, sus ojos fijos en la atroc
pe, podía oler el miedo y la sangre, podía ver l
na herida abiert
ctante y la visión de las vendas que cubrían las manos de su hermano, esas manos
ación se abrió, pero
gante, como si entrar en un hospital a amenaza
dijo, su tono burlón era una bofe
cuerpo entero temblando
e aquí. Ah
un sonido huec
ueta. "Aquí hay cincuenta mil pesos. Suficiente para los gastos del hospital y para que se
dido" fue como echar
te su futuro, su vida! ¿Y crees que puedes pagarlo con tu s
iró, fingien
lo arregla todo. Esas manos, de todos modos, solo servían pa
da, tan hiriente, que Elena s
e la habitación de Miguel, su rostro er
a Ricardo con evid
, ¿podemos habl
sa de Ricardo indicaba que sabía perf
pero el daño en los nervios es... severo. Hay múltiples fracturas conminutas en los metacarpianos y falanges de ambas manos. Siendo honesto, la
tillazo en el corazón de Elena, la
su pasión, todo se había hecho añ
se giró y caminó de regreso hacia Ricardo Mendoza
frecía, sintió el peso de
lencio?", le preguntó, su voz
espondió Ricardo, s
miento lento y deliberado, comenzó a rasgar el so
pedazos al suelo, a
uro. "No quiero tu dinero. Quiero justicia. Y te juro por la memoria de mi padre qu
za finalmente vaciló, reemp
idea de con quién te estás metiendo. Mi familia tiene más poder del que podrías imaginar. Esta ciudad es nuestra. Cada movi
sus pasos resonando en el
pero no de miedo, sino de la f
ella sabía que sería larga y so
uel. No po