n fueron una niebla d
en una depresión silenciosa, sus ojos fijos en las vendas que ap
orriendo oficinas gubernamentales, buscando
as se cerraban
fiscalía con otra negativa en
a, dos de los hombres de Mendoza
as sombras, su presencia era una ma
. Me empujó con fuerza contra la pared de ladrillos, el im
spondió ella, aunque su
e rió. "D
matones la agarró del brazo, torciéndoselo
gado escapó
do, su rostro a centímetros del de
ó al suelo, raspá
, dejándola humi
nte con un portafolio de cuero la
Armando Cienfuegos. Soy el a
amable, pero sus ojos e
con usted", dijo Elena, in
. Entienda, señorita, la familia Mendoza tiene conexiones muy profundas en esta ciudad. En el gobierno, en la policía
rcana, insistiendo en que s
mesero les servía café. "Cometió un error. Pero es un Mendoza. La familia pro
nos a mi hermano!", exclamó Elena, su voz
o si estuviera tratando
ad, ¿no es así? Sería una lástima que algo... inesperado sucediera con su matrícula. O que de repente le
elada en un lenguaje co
tos a destruir
sobre la mesa. "Hemos aumentado la oferta. Cien mil pesos. Y un acuerdo de confidencialida
s cláusulas legales par
no en su mente, sus ojos
mural d
arrogante de
r la garganta, una o
documento, lo hizo pedazos y arroj
cuerdo por donde mismo les dije antes!", gritó, su voz tembl
l abogado Cienfuegos cubierto de papelitos y
grimas de frustración y
instinto, de nue
Ramírez estaba
con un suspiro cansado. "Ya le
ar! ¡Me agredieron ay
ire, le voy a dar el mismo consejo que le di antes, y se lo doy de buena fe. Acepte el dine
lí sintiéndose má
o hasta la médula, los pr
e, no pu
queño apartamento, mirando la ciudad
bre recto y valiente que c
si la viera ahora
mido el rol de madre y padre para Miguel, trabajando en lo que fuera
nto, habían super
que los Mendoza le
solidificaron en una determinac
justicia, encontraría l
rtaba e
rend