a sonrisa perfecta que no llegaba a mis ojos. Era su noche, la celebración de otro negocio exitoso que aplastaba a sus rivales, y yo era el trofeo que mostraba en su brazo. Todos n
o, su aliento olí
sabela. Esta noc
car un vals lento y él me guió a la pista de baile. Nos movimos con una gracia practicada, un espectáculo para la galería de invitados.
en medio de la c
respirar. Me quedé allí, congelada, mi sonrisa falsa derritiéndose. Alejandro se dio la vuelta sin decir una palabra y se alejó, dejándome abandonada bajo la mirada de cientos de personas. El pánico come
ron, desesperados, buscando una respuesta en su espalda rígida. Se detuvo en la entrada principal del salón. Las en
mismo cabello oscuro, mis mismos ojos, la misma forma de la cara. Pero su sonrisa era genuina, llena de una confianza que yo había perdido hacía mucho tiempo.
se, borrando mi existencia con cada paso. La multitud comenzó a susurrar, el sonido creciendo como el zumbido de insectos enojados. "Se parece a ella", escuché. "Es idé
ó la barbilla, una reina reclamando su trono. Su sonrisa se ensanchó, una herida roja en su rostro perfecto, y supe que mi caída era su ascenso. La orquesta, después de una señal casi imperceptible de Alejandro, reanudó la mús