lmente y se paseaba por los pasillos como si fuera la dueña, lo cual, supongo, ahora lo era. Colocó a su propia gente en el personal, doncellas y guardias que me segu
álbum de fotos, uno que contenía las pocas fotos que tenía de mi madre. Murió cuando yo era muy joven, y este á
s susurraban sobre la alfombra persa. Se detuvo
preguntó, su tono
ndí bruscamente,
ceridad. Extendió la mano, sus uñas rojas y largas
do el álbum de su a
casa, nada es privado, querida. Todo le pertenece a Alej
ató el álbum de las manos. Mi cora
ando manchas en las viejas fotografías. "Qué conmovedor. Una niña huérfana. No es d
ido. La ira, caliente y cegadora, surgió dentr
o a mí de nuevo. Una expresión de puro desprecio cruzó su rostro. Sin previo aviso, arrancó la
Luego, con una calma aterradora, rompió la fotografía en dos, lue
o con tanta fuerza se desvaneció. Me abalancé sobre ella, no pensando, solo sintiendo. La empujé con toda mi fuerza contra una estantería. Los lib
resa que de dolor. "¡Es
poder salvaje y satisfactorio. La tenía donde quería, vulnerable y
ora, Camila?" siseé,
atrales y fuertes. "¡Alejandro! ¡A
o entró. Su rostro era una máscara de furia. Vio la escena: yo encima de Camila, que e
pasó. No esperó
Mi cabeza golpeó el borde de una mesa de madera con un golpe sordo y doloroso. Un estallido de luz blanca
forma desplomada, mientras corría a ayudar a Camila
la, escondiendo su rostro en su pecho.
había ira, ni decepción. Solo un vacío frío y calculador. Era la
r, los bordes de mi visión se oscurecieron. Lo último que vi antes de que la oscuridad me tragara por com