a nariz, un olor agrio y limpio que
ital giraba sobre mí, y un dolor sordo me martillaba
lor agudo me atravesó el co
ba v
taba sola
oz rasposa, como si no l
o Mateo de cinco a
conducía, el olor a galletas de su aliento. Luego, el chirridohabitación, su rostro una
e despertó. Tuvo un a
ndo de incorporarme. "Mat
us manos se ocuparon de ajustar
en camino, él le
l estómago, un vacío helado que c
voz temblando. "Dí
ándome con unos ojos llenos
señora. El niño.
o
lencio de la habitación, p
lor en mi cuerpo, todo se desvaneció. Solo quedó un zumb
eo. Mi
calaba hasta los huesos, una fractura interna much
en la pared, sin ver nada. El
, la puerta se abrió y
sus ojos. Su traje caro estaba impecable,
u voz plana. "¿C
ondí. N
ar y empezó a teclear. El sonido de sus pulgares co
n rato, hizo
voz baja. "No, no parece
costillas rotas y un
frío, más calculador. "Fue lo mejor, ¿sabes? Siempre fue un niño enfe
ablaba de nuestro hijo, de Mateo, como si fuera un mue
o seguir inconsciente, mientras el
a línea, y su voz se llenó de una ternura que nunca usaba conmi
eco débil de una voz
eguró Ricardo. "Ella es fuerte, se recuperará. Pero ten
licac
z que todo esto pase, seremos
e
no
enía un hijo. Y mi esposo, el padre de mi hijo muerto, est
aire. Mi matrimonio, mi vida, todo había sido una menti
uro y afilado, re
rás de mis párpados
saldría c
lágrima que yo
r la vida