corazón. Tomó mis manos, ya llenas de callos por teclear código y editar sus videos, y me pidió hac
en lugar de defenderme, ordenó: "¡No puedes hacer nada bien! ¡Aho
me golpeó con un palo, obligándome a arrodillarme con violen
un cinturón, acusándome de robar unos aretes. Me dijo: "Con el dinero que nos den, t
é su hipócrita voz: "No me dejaste otra opción. Eres demasiado terca y casi arruin
o este hombre, por quien sacrifiqué todo, desde mis ahorros hasta mi cuerpo y seis hijos que perdí por