isitar a mi tía Carmen. Su taberna en el corazón de Triana siempre había sido mi refugio. Llené una
uperior de Iván. Estaba paseando a su perro. Al verme
. "He oído lo de Raqu
in saber
á haciendo no está bien. La gente habla. Traer a otra mujer a tu casa, e
aban mi humillación. Todo el barrio lo sabía. Todos s
la que nunca. ¿De qué servía la compasión de los demás si el h
he, me encontró sentada en el sa
untó, su tono acusador. "La casa está d
. Él, que pasaba cada minuto libre al l
tía Carmen," re
u t
ma, ¿recuerdas? Te lo
seguido de una rápida indiferencia. "Ah, sí.
o. Más ocupado que para recordar que la única familia que me queda está enfe
levantando la voz. "¡Ya te he dicho que Ra
u matrimonio no es u
sabilidad es cuidar de los débiles. Y tú, Catali
star un minuto más en esa casa. Al llegar, me derrumbé en sus braz
la en mi tormenta. No me juzgó, no me dio consejos. Simplemente es