ablet, cada trazo digital era un eco de los días en que
no estaba en el diseño, no del todo, estaba en el silencio de
, una sensación helada en la nuca, como si uno
accidente que la había postrado en esa silla de ruedas. Pero Sofía sabía que no era así, s
mano tropezó con un pequeño objeto metálico pegado con cinta adhesiva negra debajo d
más profundo. Con un movimiento metódico y helado, revisó el resto de la ha
santuario, era una
ó doce cámaras, doce ojos fríos y electrónicos que la habían estado desnudando día y noche. La ira que sintió no fue ca
onrió como siempre, una sonrisa frágil que
emana con mi tía. Una de las enfermeras
frente, su toque aho
da. Lo que necesites
tió su propio teléfono en el monitor de su verdugo. Se registró en un hotelucho al otro lado de la cal
ara la esquina, el auto deportivo de Ricardo volvió a aparecer. Y no venía solo. Una mujer alta
textil de Ricardo, la misma mujer cuyas fotos ador
el sofá donde ella y Ricardo habían planeado su futuro. Desde la pantalla de su
volverá antes?", pregun
cree todo lo que le digo. Además, su paseo con la enfermera siempre es el
lona, un sonido feo que reson
álida como ella tardaría horas en dar una vuel
ardo se endureci
ella, Lucía. Sofía
s en blanco, pero
a roja te está costando una fortuna
como si pudiera sentir la mirada de Sofía desde el otro lado de la calle. L
n secreto que había guardado con un celo casi religioso, un as
e levantaba y caminaba en silencio, fo
tinuó, y cada palab
uando nazca, arreglaremos los papeles para que Sofía lo adopte. Creerá que es un acto de
e abría bajo sus pies. Un b
?", preguntó Lucía, co
irte, empezar de nuevo donde quieras. El niño se queda. Se
señada para robarle su vida, su futuro, incluso la maternidad que tanto anhelaba. La mujer en la silla
as se solidificó. La tristeza se transformó en una rabia fría y cortante. Miró la pantalla, vio a Ric
lectrónico que había guardado de hacía meses, una oferta de trabajo de una pr
l otro lado de la línea s
, Maison
astro de la mujer rota que era hace unos minutos. "L