icardo la despidió con un beso rápido en la puerta, un gesto de un hombre que se deshace de un inconveniente temporal a
as de vino, ahuecó los cojines del sofá donde Lucía había estado recostada y roció un poco de ambientado
jó que sonara tres veces antes de contestar, esfo
, su tono cargado de una preocupación tan
spertar", respondió ella,
bien la tía? Te extraño muchísimo,
a verdad que ella ahora conocía. Sofía se obligó a mantener
un poco cansada. T
otel, sintiendo un vacío inmenso. La mujer que había amado a Ricardo estaba muerta, asesinada la noche anterior
un abrazo y un torrente de cuidados. La llevó en brazos desde el coche hasta
o", le susurró, mirándola a lo
visto su repugnante teatro. Pero se contuvo. La venganza, se dijo a sí misma, no era un ar
, como si intentara compensar una culpa que creía secreta. Una noche, mientras veían u
sando mucho en nosotr
razón latiendo con
uó, su voz temblaba con una emoción fingida. "¿Qué pensarías si... si adoptáramo
bando, midiendo su reacción, preparando el terreno para el niño de Lucía.
ión en sus ojos, la ligera tensión en su mandíbula. Estaba esperando qu
mirada y se encogió de hombros, u
segura de estar preparada p
ero lo suficientemente fría como para desconcertarlo. Vio una sombra de frustr
te tu tiempo. Solo quería que supie
zó en su mejilla. Él no insistió, pero Sofía sintió su creciente impaciencia. S
cama. De pie, en la oscuridad de su habitación, sintió el poder regresar a sus piernas, una f
modas de París. El contrato estaba adjunto. También había un correo de una agencia de reub
rsa un poco más. Imprimió el contrato en silencio, lo firmó con una mano firme y luego
a y amarga sonrisa. Ricardo creía que la tenía atrapada en una silla de ruedas, depend