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s era palpable, Sofía, como siempre, sostenía una sonrisa forzada, mientras
, la pantalla grande del comedor proyectó, por error, la trans
Ricardo aferrado a su escritorio, y una mujer, Elena Vargas, su supue
él, que se estremecía con mi roce
a, y con la voz extrañamente calmada, marqué el número de un abogado: "Buena

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