e mi madre, mi sudor y el vapor de las ollas forjaron una tradición donde yo era chef, an
a explosión ocurrió dentro, cuando mi madre, Doña Elena, anunció su testa
prestó dinero sin retorno, no había nada; solo la "bendición" de convertirme
nte de su parte, hizo estallar cuarenta y cuatro años d
fía dócil murió, y de sus cenizas, nació una mujer dispuesta