lor del horno y el vapor de las ollas se pegaban a mi piel, y el sudor me corría por la frente, pero yo seguía moviéndome, picando, r
, y en mi casa, significaba una cosa: una cena familiar obligator
con el volumen bajo, sus rostros indiferentes, se habían acostumbrado a mi ausencia
ración, pero dentro de estas cuatro paredes, solo se sentí
o, mis dos hermanos, Ricardo y Miguel, con sus esposas sonriendo falsamente, y mi sobrino Carlos, el hijo de R
residente a dar el Grito," dijo mi madre sin siquiera
uente con los chiles, adornados con granada y
avidez, sin una sola palabra de agradecimiento, para ellos, mi
os contra los platos y los comentarios vacíos sobre el clima o la polít
adre carraspeó, llamand
ne, "aprovechando que estamos todos jun
un escalofrío, algo malo iba a pasar, sie
aire de falso dramatismo, "y he decidido que es momento de reparti
llas, sus ojos brillando con codicia, sus
oción que nunca me dedicó a mí, "a ti te dejo la casa de
nrió de or
, no sabes lo que
o un beso ruido
partamento de la colonia Roma y todo el dinero que
intió, sa
, mamá, es
daré una suma considerable para que termines tu
la siguiente generació
as, ab
a novia de mi nieto, les dejo mis jo
e alegría, ya imaginándose con los c
parte que me correspondía, yo también esperaba, con
cuando se enfermó, la que organizaba cada fiesta, la que prestaba di
jamente, sus ojos f
voz carente de cualquier em
, las palabras se quedaron suspen
mo si estuviera explicando lo obvio,
ir a mi cabeza, un
lación no hab
torcida, "a ti te dejo el mayor teso
pausa d
mi vejez, como buena hija que eres, vivirás
ncio tan profundo que podía oír los latidos
esa, no había indignación, solo una mueca de ali
a sin sueldo, y ahora, oficialmente,
de humillaciones, de amor no correspondido,
a y clara se
ma ater
no
aca