edulidad, se cerraron en puños sobre la mesa, l
atriarca que acababa de dictar sentencia, luego miré a mis hermanos, sus caras llenas
o veían el problema que se a
capó de mi garganta, un son
los chiles en nogada, el platillo estrella de la noche,
de se esparcieron por el mantel inmaculado, manch
da al chocar contra la ma
RA
amino de sus bocas, sus ojos abiertos como platos, la
bra, solo me miraban a mí, como si
sa era solo la primera nota d
cano, el de Ricardo, y
Z
rozos de porcelana vo
el de
P
l de su
RA
lé contra el suelo, contra las paredes, contra los muebles, el ruidosantuario de la hipocresía familiar
rota por la rabia y el dolo
OY HA
ió despertarlo
te loca!?" gritó Ricardo, levantándo
rica, "¡No, Ricardo! ¡Por primera vez en m
una mezcla de horror y
gradecida!" siseó,
úsica para mis oídos, "¡He pasado cuarenta y cuatro años de mi vida sirviéndoles! ¡Cocinando para ustedes, limpia
poderosa sensación de liberación, cada plato roto era una cadena q
rto en esa mesa, y de sus cenizas, a
a un susurro helado, mucho más aterrador que mis gritos, "pero
nte, por cada humillación, por cada vez
ese odio ha enco
dor, sonreí, una sonrisa genuina