hillo que gotea
logré susurra
cruel que no encajaba con
que piensa que el mundo es bueno, me diste todo en una bandeja de
l mío, sus ojos brillaban con
s padres me verán como el hijo que perdieron, seré el filántropo, el her
nueva puñalada, más dolorosa que la física. El mundo se oscureció, el último soni
en la nada. El tiempo perdió su signific
na luz cegado
l calor de las luces. Estaba de pie, mi cuerpo intacto, mi ropa limpia. Miré a mi alrededor, estaba en el auditorio de
directora de la universidad, sonriendo ampliamente, a su lado, con un traje impecabl
joven Sebastián Rodríguez, nuestro más generoso benefactor, quien con una donación de
s popular de la facultad, sentada en primera fila, sus ojos brillaban de adoración por Sebastián, recordé cómo en mi
rófono, su voz llena
solo quiero devolver un poco de
xacto en que la farsa de Sebastián alcanzaba su punto más alto, el momento antes de que firmara el acuerdo de donación. Esa "generosa" donación
mo el cristal, la ingenuidad había muerto en ese callejón
saqué mi celular del bolsillo, mis manos no temblaban, mis dedos se moviero
dijo la voz del ejecutivo
on un filo de acero. "Quiero desvincular y cancelar inmediatamente la tarj
a breve
eñor, ¿puedo pre
a," respondí sin duda
oqueada y cancelada permanentemente, a p
sa de firmas, tomando la pluma con un gesto grandilocuente, l
os, el juego acababa de empezar, pero