ente, su mente dando
sinceridad dolida y desesperada-. Eliana, tienes que entender. Jessica... ella no es co
suspendidas en el ai
a -continuó, su voz suplicante-. Sé la madura.
hacerlo. Sabía que Jessica la había atacado, que había mentido, y le
ngre. ¿No había fin para lo que él le pediría? ¿Tenía que sangrar,
lo mismo por mí? -preguntó Eliana
umpió, pero ella escuchó las palabras no dichas. Ella no lo entend
noche. Eliana lo alcanzó, sus dedos rozando la ce
tomó la cuchara. -Ten, déjam
rió de nuevo. Jessica estaba allí, con su propia m
riendo hacia la cama-. Estaba tan estresad
or, déjame compensártelo. -La abrió para revelar un par d
onar, Jessica tomó uno de los aret
ijo Jessica, mirándolo con ojos
ana -dijo Braulio
reja. Luego, un dolor agudo y punzante. Jessica había clavado el
endo-. ¡No tienes las orejas perforad
eaba de la or
dedos salieron ensangrentados. Miró la conmoción cuidados
jo, su voz pla
hacia ella, un destello de
con un dedo tembloroso a Jessica-. El
ño menor de Jessica, dándole la espalda por completo a Eliana y a la sangre que corrí
iana estaba s
us dedos por el recipiente de la sopa. Sin un ápic
tal al día siguiente. En el
míos van a tener una reunión esta noche, ¡tiene
garse, Braulio ya había respon
on vistas a la ciudad. Todos eran herm
alta una mujer de pómulos afilados a su a
ó hacia ellas. -A todos, esta es Eliana. Es... u
jana. Eso er
miradas despectivas. -¿Una cocinera?
simplemente se rio, guiando la conversación haci
rincón oscuro. Los observó, una manada de lobos brillantes y
mi suegro -le articuló a Jessica, refiriéndose a Daniel Cantú.
ió. Ella y sus amigas se agruparon, ignorando a Eliana por com
iserable, una mala hierba en
voz alta una de las amigas de Jessica, un
a un regalo de Braulio, de una é
sus ojos bailaban con malicia-. No puede permitirse
s puños, sus uñas clavándose en sus palmas. Miró sus manos, callosas y con cicatrices de
ro sombrío. Las mujeres
n juego. -¡Juguem