ía
vestíbulo, su rostro una máscara de resignación exhausta. Parecía
oz baja y plana-. Se niega a h
ba, sus palabras un revoltijo enredado sobre la inmensa presión, los tratos, su miedo paralizante al fracaso. Habló de Olivia y del poder de su
o unipersonal. Mi cuerpo realizaba los viejos movimientos -servirle un vaso de agua,
runcido. Murmuró un nombre, un suave susurro q
li
No fue un lapsus; fue una rev
o cruzó su rostro antes de asentarse en un alivio practicado. -Estás aquí -respiró,
ró la pantalla y toda su actitud se reconfi
de O
ente aguda y urgente, todo rastro de
eca, ignorando la pequeña flor de sangre en el vend
tás... -empecé, siguiéndol
a medio camino de la puerta.
opias mentiras a su paso. Me quedé sola en el silencio que dejó atrás. El patético vendaje ensangrentado en el suelo era
te. Mis maletas estaban junto a la puerta c
as. Un destello de molestia, no de preocupación, cruzó su rostro. Pensó que su acto en el
-preguntó, sa
tooth del coche, sonó. El nombre apare
mar la llamada, dejándome de pie en la entrada con mi equipaje. Estaba tan seguro
ejos. Su voz, metálica y clara, me
livia, su tono escalofriantemente casual-.
lo sup
Me veía como un electrodoméstico que se repara solo.
mada. Me subí a mi auto y me fui

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