ana
na habitación completamente a oscuras. Por primera vez en lo que pareció u
nera era más condenatorio de lo que hubieran sido los gritos. Bruno nunca regresó a la recámara. Pro
ber proteger a su colaboradora clave. Que el estado emocional de ella era primordial para
as. Estaba cansada de pelear un
r él. No era por nues
re. Era por la
nía que superar las próx
ielo negro comenzaba a aclararse a su habitual gris enfermizo.
ad surrealista. Bruno estaba en la estufa, haciendo huevos
t
de código impresa: el primer bucle elegante que había escrito, algo de lo que estaba orgullosa desd
eció una sonrisa b
pero que no te importe. No enc
e era casi impresionante. Las a
voz llena de una vulnerabilidad ensayada.
. No me miraba a los ojos. Simplem
uró, gesticuland
ntó la taz
Bruno, ¿qué sign
algo -¿fastidio? ¿culpa?- en sus ojos. Se volvió hacia Katia. "S
uno. Esa taza era una reliquia de un tiempo en que él me veía, cuando
", anuncié,
Bruno se leva
uro. Las alertas de confina
, caminando hacia el clóset del
, siguiéndome. "Nos vamos mañan
so", dije, ponién
do, colocando una mano
na. Es peligroso. No quer
en su voz hizo que s
mano en el pomo de la puerta. "Esp
ndome del brazo. "¡Ella no puede venir con
a soltó un chillido cuando la taza de cerámica, mi taza, se l
os de mi pasado se esparcieron
vi un destello de genuino arrepentimiento en sus ojos mientras mirab
ó, reemplazado p
as hecho", espetó, c
nexión con él rompiéndose con el s
gruñí, mi voz
al pasillo, dejándolos allí de pie en medio d

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