ario que debería estar conmigo; aparece, qué casualidad, en otra sala. Faltan guantes en mi casillero; sobran en el de al lado. Una auxilia
plana. Cada gesto es una cuerda a la que me agarro para no caerme. A una señora le arreglo las medias; a
de Jefatura como quien deja una tarjeta
indicaciones. Para asegurar calidad. -La última frase no e
tro. -Escribo claro, despacio, con
el dedo sob
si no te molesta, reviso cada indicación
pacientes -corri
n soltarme la mi
«Clara necesita apoyo». No hace falta escucharlo; basta la manera en que dos residentes
mina quiere inaugurar conversación. No interrumpe; acompaña. Cada tanto me
utos? -preg
mediodía sin darle c
n paciente a la vez. Un papel
miedo; a Doña Marta, que me toma la mano con una autoridad que me recuerda a mi abuela; a un adole
opiado del clip de la circular como si fue
ce-. Quizá convendría dejarlo
eñalo la pizarra. La letr
unda vez, como si la primera no existiera. Co
eta que siempre parece un dictamen. Mira
chisme. -Se va tan rápido como vino; deja el olor de
saparece, Romin
ste -dice
ido -respondo-. Lo
s hospital -replica. Y
batallas que se ganan con constancia, n
erca con una inqui
ien? -Pregunta con esa voz de quien
espondo-. Y es
se no la deslumbra, pero
as busco gasas, escucho dos voc
e una-, solo que
de otra-, habría que
to en espectadora de mi propio jui
pulsera elástica que guarda e
-dice,
po -r
mundo. En la sala 3, un monitor pita como si tocara a rebato; no es grave, es insistente. L
el umbral con un
quí, aquí y aquí -marca
tercambiamos las firmas como dos baila
como al pasar, dejando el nombre s
nto de sal
ociones entran al hospital
No le des nada, rep
a admisión por la cama de Doña Marta. Todo con palabras comunes, sin tecnicismos que m
-mentira consentida que nos reg
está volvi
o del pasillo -resp
algo de Romin
o. No porque no lo merezca, sino porque
deje de temblarme el pech
a hacia una virtud imposibl
licarle «como para mi abuela» qué haremos después del a
ora -dice-. Us
descansa: una TENS trae un paquete de guantes y, como quien no quiere la cosa, comenta que «alguien dijo que ho
mina se planta detrás de
me dices -sugie
mi equipo -respondo. M
En un rincón vacío, apoyo la frente en la pared
El pasillo entero parece querer enseñarme lo que ya
nesto me detiene con una brom
engua -dice-. Úsala para lo
ondo. Y me sorpr
visitas; un celador me pide una firma en un vale; Amanda me d
ja un decibel, el altavoz car
e. -Pausa-. Montalbán
la mirada: voy contigo. Camino. Al fondo del pasillo, en el borde del
mi bolsillo; no es mío, pero hoy todo el mundo parece querer recordar q
ice Amand
y -re
uenan a hospital, pasos que cuentan otra coreografía. No entro todavía. Pomí. Y la palabra «urgente» se queda flota
 
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