ruido. Amanda y yo nos quedamos mirando el teléfono inerte en mi mano, como
Su voz sonaba temblorosa, la bravura de hace un momento drenada por el escalo
ón. Ya lo habíamos descartado. Sin pruebas, sonarí
labio-. No todavía. Pero no pue
entía. Huir sería admitir que tenía el control. Y aunque quizá
claró, y no había espacio
arme sola, con cada crujido del edificio sonan
omántica que ninguna veía. Amanda intentó hablar de otras cosas, de trabajo, de planes futuros, pero la conversación siempre
s. Solo... una inquietud. Que sientes que el paciente VIP tiene un interés personal inapropiado. Que su segu
lo que aferrarse. La normalidad del hospit
en la mirada intensa de Félix, el sonido del buscapersonas mezclándose con el de un dispa
tal en el mismo coche, en un silencio cargado de nerviosism
trusa. Cada mirada de un colega me parecía cargada de conocimiento, de juic
ía, impecable como siempre. Su sonrisa a
con una dulzura que goteaba ironía-. Se te ve un po
taquilla. Necesitaba la bata. Necesitaba el uniform
anda a mi lado-. Hoy
meta. Aguantar
a dividida. Una parte de mí monitoreaba a los pacientes, leía gráficas, daba órdenes. La otra parte,
io Larra salir de su oficina, dirigiéndose h
e dije
apretó e
ue
aba por mi garganta. ¿Cómo se decía esto? "Disculpe, doctor, creo que el paciente bal
a. Lo miró, frunció el ceño y giró sobre sus talones, cambiando de dir
oz se perdió en el ruido de una
ontra la pared, sintiendo el frío del yeso a través d
, uno de los tr
ta que daba a una sala de almacenamiento vacía. No me miraba directamente. Su mirada estaba perdida en el pasillo, como si es
pudiera llevar. Su expresión era neutra, profesional. No había amenaza en su postura. No
gún movimiento. No hizo falta. Sabía qu
por casualidad.
I. Que su alcance se extendía por todo el hospital. Que podía aparecer e
rmeras, el llanto de un bebé en brazos de su madre, el chirrido de las ruedas de una camilla
él simplemente negaba? ¿Si decía que estaba esperando a alguien?
toda prisa rompió el hechizo. Amanda a
umpió al seguir mi mirada. Su rostro palideci
ré-. Pero no es
l brazo, con una fu
de aquí
zón de una mirada imaginaria -o no tan imaginaria- en mi espalda. No me volví par
na, me apoyé contra la p
, Amanda. Aquí den
blorosa-. Lo sé. Esto se
onido me hizo dar un respingo. Con dedos te
del departamento.
erno que no reconocía. Un número que no debería p
em
 
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