e Elías, Valeria sentía que su voluntad se pulverizaba. Sus diseños para el "Proyecto Minotauro" se volvían más os
su oficina, el santuario de ébano y cristal del que emanaba todo su poder. El sol pon
. No era una pregunta. Era un veredicto-. Es emocional. Desordenado. Se
ción arder en sus mejillas. Esa pasión era lo
to sin vida -replicó, la voz más te
nergía de la habitación cambió. El aire se
odeando el escritorio-. Lo que veo es falta
e el calor de su cuerpo era un imán.
ontrol -susurró, desafiante, a
con una intensidad devoradora-. La contraté por su fuego. Pero
te pero con firmeza alrededor de su muñeca. El contacto fue una descarga brutal, un jadeo
a? -su voz era un ronquido sensual, su alboroto cayen
su agarre era de acero. Un destello
élt
ealmente quiere. Ha estado desafiándome, provocándome, des
le escapó. La evidencia de su deseo, duro e inconfundible, presionó contra su vientre, y una oleada de lujuria tan intensa que
eó, una súplic
uca, entrelazándose en su cabello, obligándol
s labios captu
la razón. Su lengua reclamó posesión, saboreándola, dominándola. Valeria se derritió contra él, sus manos, antes empujando su pecho, ahora aferrándose a
de frío y duro del escritorio de ébano le golpeó la espalda. Ro
r sus caderas, levantando su falda-. La
edos encontraron la piel desnuda de sus muslos. No l
-suplicó, sin
sa con dedos sorprendentemente ágiles, exponiendo su tors
ando, marcándola. Un grito sofocado escapó de ella. Sus man
pued
endo su lóbulo-. Y lo hará
s, los diseños, todo fue barrido al suelo en un susurro de papel. El sonido fue obsceno. Él l
entras sus manos recorrían su cuerpo, despojándola de
ió de su garganta. No era de dolor, sino de una liberación catártica. Era demasiado. Demasiada sensación, demasiado él. Sus cader
crujido del escritorio bajo su peso combinado. Cada pensamiento, cada resistencia, se disolvió en la mare
go y tembloroso. Lo sintió seguirlo, un gruñido gutural en su oído, su cuerpo convul
agitada. Él se separó lentamente. Valeria, temblorosa, con las piernas incapa
que dirigía sus reuniones. Luego, se acercó y col
ompostura, pero con un deje de posesividad que no estaba a
o asentir, sus ojos brillando con lágrimas de hu
señor
l primer hilo del laberinto se había cerrado alrededor de ella. Y Vale
 
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