dra Or
por mí, trayéndome té, masajeando mis hombros, susurrando dulces palabras de consuelo. Cada caricia era una mentira, cada pal
iendo la estratega perfecta. Mis días eran un torbellino de actividad cla
op era
e excavación digital. La vida entera de Katia Montes estaba al descubierto. Registros públicos, cuentas de redes socia
uario era Katia
l. Video tras video de ella pavoneándose en caras habitaciones de hotel, presumiendo bolsas de diseñador que
bitación 207, era un
familiar. "Cuando tu hombre casado sabe lo que vales", había escrito en la descripción, con un emoji guiñando el o
to en la pantalla. "Él cree que está a cargo, pero sabemos quién manda aquí". Los comentarios de
aciendo cosplay de mi vida y pre
top, era un clip de "story time". Se sentó frente a l
lo hacia atrás-. Es un chico dulce, pero un poco despistado. Cree que soy lo más cool del mund
do y tintineante que
jor parte es que la esposita no tiene ni idea. Probablemente está en
icamente precisa. Descargué cada video, cada foto, cada comentario i
ente. Los vi celebrando su nominación preliminar al premio en un restaurante con estrellas Michelin que había afirmado que era
s eran la pieza central de mi plan, pero necesit
de invitados para la gala de premios, me acerq
ta. Deberíamos invitar a la orientadora de Jacobo, la Miss Montes.
undo, su espalda se puso rígida. F
idadosamente neutral-. No sé, Ale. Es
liar. Nos hace quedar bien. Además -agregé, dando el golpe maestro-, deberíamos invitar a sus padres también. ¿Y tal ve
as. Él era el gran Antonio Ortiz, el hombre de familia preocupado por la comunidad. ¿Có
ó sa
sa era forzada, una mueca tensa y dolorosa-. Por su
enua. No tenía idea de que me estaba ayudando a carg
us hombros. Estaba acorralado. Y ni siquiera conocía la
estaba lista. La evidencia estaba compilada. El escenario estaba espera

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