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Historia

Capítulo 4 La Velocidad de Escape

Palabras:1356    |    Actualizado en: Hoy, a las 09:23

or Dra. E

del quirófano, sino por la furia hirviendo bajo mi bata. Ese hombre no era un médico, era un d

ra. El terror era real, pero la rabia era mayor. Había trabajado toda mi vida por esto, no por el dinero de mi fam

enalina de la confrontación no me dejaba ir. Decidí que, si mi carrera estaba a punto de

's Kitchen. Un lugar que Nick Brown jamás pisaría. Me senté en la barra y pedí un whiskey

el tercero cuando sentí

sto adquirido para una r

n. Vestido con un traje oscuro, sin corbata, luciendo peligrosam

octor? Creí que solo bebía sus perfectos ca

mi lado, pidiendo solo agua co

mintió con esa voz gélida. Pero había algo en sus ojos, una inquietud que

mine mi ambiente de descontrol

onversación, Miller. Es in

nsolencia, Doctor

idad. Su falta de control pone en peligro mi trabajo. ¿Por qué le cuesta tanto ser disciplinada? Tiene el talento. ¿Es el privilegio, Dr

el alcohol a la cabeza. Cerré los oj

codos se rozaron. La piel desnuda bajo la manga de mi blusa rozó la tela de su traje. La electricidad fue

vez. "¿Nick? ¿Hemos llegado a ese nivel de familiari

día," le devolví el golpe. "Usted me detesta porque soy su caos. Yo lo detesto porque us

sidad hambrienta en sus ojos grises que me hizo tambalear. No era e

a y buscando un límite para

Para asegurarse de que lo cruce y así

mó el vaso de agua y lo puso en la barra. Su man

" susurró. Era una advertencia, una

a de la destrucción. "Quiero que mi día termine siendo ta

se rompió. Su mano se cerró sobre mi brazo con una fuerza que no

zo temblar. "Usted quiere caos. Yo se lo voy a dar. Pero n

impulsado por el alcohol, la rabia a

ignorando el ruido de la calle, hasta un hotel boutique a media cuadra. Todo era pr

al otro, aún con los abrigos puestos, nuestros ojos fijos en una batalla silenciosa. Cuand

etonante. El beso fue una colisión, una guerra de voluntades donde cada uno intentaba dominar al otro. Sus labios eran exigentes, duro

milimétrica, ahora eran salvajes sobre mi piel, buscando una liberación que ambos negábamos en la luz del día. Yo no

jadeé entre besos, una advert

en respuesta, y me levantó, arrojándome sobre

rofesionales despojados de su armadura, usando la intimidad como un arma, como una forma de castigo mutuo por la te

ridad caótica, sudorosos y en silencio,

iempre, incluso en la ruina. Se vistió con su precis

a y cortante, volviendo a ser el

olo con mis ojos, mi cuerpo desnudo envuel

o esté sobrio y regresemos a la luz del

era una máscara de absoluta y helad

lir y cerrar la puerta, dejándome sola con el hedor a alcohol, sexo y el conoc

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