Perspe
tómago. La grabación temblorosa mostraba el interior de mi antiguo departamento. No, su departame
ucado en un rincón, con la cola entre las patas. La voz de Brenda, aguda y burlona, flotaba desde fuera de l
terror, tratando de escabullirse. Brenda se rió, un sonido escalofriante y cruel que vibró a través d
o mi ser. "¡¿Qué estás haciendo?!", le grité al teléfono, mi voz
veces que Elena pensó que era mejor que yo", siseó, su voz baja y amenazante. "Por todas las veces que pe
desgarrador. El sonido me atravesó, arrancando cualquier compostura que me qued
oz quebrándose. "¡Necesito un taxi! ¡Ahora!". Mis manos temblaban tan violentamente que apenas podía abrir la puert
je de Carlos. "Elena, más te vale que no estés planeando ninguna es
mación contradictoria, pero el terror por Apolo ganó. "¡Si lo lastimas, Carlos, te juro por D
Solo el aterr
semáforo en rojo una agonizante eternidad. Mi
cocina. Una mancha oscura y creciente debajo de él. Sus ojos, usualme
frase: "Ups. Parece que no pudo soportar la
real. Mi Apolo. Mi valiente y amoroso Apolo. El perro que me había protegido de un coyote, qu
do. El taxista miró hacia atrás, sobresaltado, pero no me impo
s temblando incontrolablemente. Salí disparada del coche, corriendo hacia la entrada. Mi código. Mis dedos, entumecido
¡Abran esta puerta, monstruos!". Mi voz era un sonido desesperado y primario, res
o. Llevaba los mismos shorts de pijama del video de Brenda. Sus ojos estaban fríos, casi desafiantes. "¿Ya termin
mago. Mis ojos pasaron de él, hacia el interior del departamento. La ent
una toalla en la cabeza, una pequeña mancha de algo oscuro en la tela blanca. "Oh, Elena", sus
alanzó? Las palabras resonaron en mi cabeza, una mentira grote
atrás, sorprendido. Mi mirada se fijó en Brenda. Vi rojo. Furia pura e in
d. El sonido fue nauseabundo, un golpe sordo. "¡Absolu
ordió! ¡Lo juro!". Se aferró a Carlos, las lágrimas corriendo por su cara
callejero". Brenda pateando "accidentalmente" su plato de comida. Brenda quejándose de que olía
squido resonó en la habitación. "¡Monstruo mentiroso y
los brazos, retorciéndolos, y me empujó con fuerza contra la pared opuesta. Mi cabeza se golp
s ojos ardiendo de furia. Estaba acunando a Brenda, acariciando su cabello mientras
erro, Carlos! ¡Salvaje y peligrosa! ¡Él intentó mord
o de asco. "¡Eres una maniática! ¡Está herida!
d, se desvió de nuevo hacia la cocina. Y allí estaba él. Apolo. Una forma pequeña e inmóv
o en mi pecho, el dolor frío y vacío donde solía estar el am
mados por el infierno de dolor y rabia. Mi voz se elevó, clara y escalofriante. "Estás muerto para mí, Carlos Mack. Y te juro que te haré pagar por esto. A los dos

GOOGLE PLAY