vista de
n ruido violento. Bea estaba allí, enmarcada en el umbral, con dos guardaespaldas corpulentos flanqueándola como centinelas silenciosos. Sus ojos, generalment
su hombro. Su expresión era una mezcla de horror y rabia contenida. Se arrodi
se fijaron en Cristina Finley, que estaba congelada, su sonrisa triunfante derritiéndose lentamente en una m
de su cartera. La arrebaté, mis dedos temblando, y la arrojé por
rro, pero cargada de una finalidad escalof
achó, la recogió, sus ojos entrecerrándose. -Esto no es el final, ¿sabes? -se burló, su voz temblando lige
golpeado, luego nos hizo un ademán con la mano. -Bie
ón gritaba. Fue un proceso lento y agonizante. Con la ayuda de Bea, finalmente me puse de pie, tambaleándome ligeramen
que Bea había asegurado, me desplomé en un lujoso sofá. -Gracias
ción. -No seas ridícula. ¿Qué pasó? ¿Quién te hizo esto? Y esa..
eligió a ella. La eligió a ella por encima de mí. Vaya hermano. -Mi voz estaba cargada de un veneno que n
dolor en mi cuerpo. -Necesito hablar con él. Una conversación se
e no había llamado en meses. Braulio Vargas. El gerente general del hotel insignia Cárdenas. Yo personalmente lo había buscado y
de que una voz nítida y profesi
moción, un marcado contraste con el huracán qu
aramente reconoció la naturaleza inusual de mi llamada. -Señ
espondí, mi mirada endureciéndose-
árdenas. -Su tono fue i
ivo en este segundo. Ya no es bienvenida en ninguna propiedad de Cárdenas. Informa a seguri
que Cristina era la novia de Héctor. Sabía las posibles cons
segura? -logró decir finalme
susurro de vacilación, si veo su sombra en cualquiera de mis propiedades de nuevo, personalm
firme, cargada de un miedo que era a la vez satisfact
de mi decisión. Bea me miró, sus ojos abiertos con una mez
orando la aguda protesta de mi
ó Bea, moviéndose
nto distante-. Luego al hospital. Quiero que esto qued
la y firme mientras relataba el asalto, las amenazas, la extorsión. Cada palabra era precisa, distante, un informe quirúrgico
ones extensas, una conmoción cerebral leve. El informe médico, denso en terminología clínica, era un testimonio brutal de la violencia que había soportado. Sosteniéndolo en mi mano, mi ira se intensificó, quemando los
, mi voz plana-. Quiero que
antó la vista. -Mi asistente acaba
amos. Y asegúrate de que el chofer y mi segurida
de diseñador. Las tarjetas de crédito ilimitadas. Todos regalos. Míos. Un intento equivocado de comprar su amor, su aceptación, su respeto. Un peso enorme me oprimía, una mezcla de dolor físico

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