ntanales del ático sin pedir permiso, pintan
a el cuello y tenía la boca seca. Tardó unos segundos en recordar dónde estaba: el sofá ita
partamento de Queens. Est
evado durante casi veinticuatro horas. La vergüenza la golpeó de inmediato. Se
as, Bella
abierta. Elena se giró y sintió que el
in de la noche anterior. Vestía un pantalón de traje gris oscuro y una camisa blanca inmaculada, con las mangas remangadas hast
. Como si no hubiera pasado la noche desenterrand
ndose de pie y buscando sus zapatos-. No debí qued
Su expresión era ilegible, pero
Trabajaste cinco horas seguidas encontrando las cuentas ocultas en Panamá. -Dante señaló una
liñado frente a la perfección de él. El café olía a gloria
ra es? -
d a las ocho y media. Quiero llegar ante
gado, con una mancha de vino seco en
engo que pasar por
rises y apagados... -Dante hizo una mueca de disgusto-. Son el uniforme de una víctima. Cl
señaló hacia el pasillo que
n hace media hora. Mi estilista personal es muy eficient
, una mezcla de gratitud y molestia defe
. Se acercó a ella, invadiendo su espacio personal como solía ha
s pareciendo la asistente asustada de ayer, te tratarán como tal. Necesito que entres pareciendo la mujer qu
ña electricidad que chisporroteaba entre ellos cada vez que él
en el espejo de cuerpo entero del ba
usto debajo de la rodilla, profesional pero innegablemente femenina. La chaqueta entallada tenía hombreras sutiles que le daban una postura de poder
maquillaje que venía en el kit. Cuando salió al salón, se sentía diferente. Caminaba di
e espaldas a ella. Se giró al oírla y
o subiendo a sus ojos. Hubo un silencio denso. Elena contuvo la respiración, sintiéndose expuesta bajo su escrutinio. Por primera vez, vi
e al teléfono y colgó sin
guntó Elena, sintiéndo
rganta y se ajustó lo
con voz áspera-. Va
tableta que Dante le había dado, repasando los nombres de los ejecutivos leales a Cl
ión durante cinco años, Elena sintió que el pánico le cerraba la garganta. Vio a los emplead
riera la puerta, él puso su mano grande y caliente sobre
eres la voz de Blackwood Holdings. Tienes mi autoridad. Si alguien te falta al
ano le infundió
ten
r abrió
ergía oscura que hacía que la gente se apartara instintivamente a su paso. Elena caminaba a su lado, un paso po
de su ropa barata, abrir la boca con asombro al ver
edida que los números subían, el corazón de Ele
tas se a
Teléfonos sonando, gente corriendo con papeles. La
Vega estaba gritándole a una secretaria jun
! -bramaba Claudio-. ¡Quiero esos archivos tritura
-la voz de Dante cortó
ilencio. Cincuenta cabezas
tados en sangre. Al ver a Dante, palideció. Pero cuando sus ojos se
monios haces vestida así? ¿Y por qué no estás en tu escritorio?
achar la cabeza y disculparse. Es mi
como una montaña. Recordó la noche anterior. Recordó la pro
en el brazo para detenerlo. «Déjame hacerlo a mí», le dijo con la mirada. D
hacia Claud
y firme, proyectándose por toda la oficina-. Ya no pre
amenazante-. Escúchame bien, estúpida desagra
mpió Elena, sacando un documento de su maletín-. Y en cuanto a mi madre, ella está siendo trasl
ina. Claudio parecía haber r
tú no p
ace ejecutivo de Blackwood Holdings. A partir de este momento, todas las operaciones pasan por mi supervi
do los estribos-. ¡Saquen a esta tra
o y gritando. Luego miraron a Dante Blackwood, que estaba parado con los br
sus pensiones -dijo Dante suavemente
l lado de Elena, mirando a C
io, Claudio. De hecho, e
jando la voz para que solo Cl
cinco años, herman
. El reconocimiento golpeó su rostro como un
laudio, horrorizado-
ujer y lo enviaste a la cárcel -respondió Dante con f
rezó y se dir
aciones. Y asegúrese de que devuelva la tarjeta de acceso y el teléfo
a mis abogados! -chilló C
revisen la cláusula 4B del acuerdo de adquisición que firmó anoche borracho
ensor con un gesto
o. No hagas una es
desprecio en los ojos de los empleados que había maltratado dura
s y caminó hacia los ascen
en la oficina era absoluto. Elena sintió que le temb
expresión que ella no había visto antes.
te alto para que todos lo oyeran-. Ahora, vamos
a antigua oficina del fundador, la oficina que había sido suya. Elena lo
aislando el sonido del exterior. El despacho era enorme, per
ojos se clavaron en Elena. La tensión, que habían mantenido
nífica -murmuró
ella, apoyándose contra el esc
rontación todavía vibraba en el aire, mezclándose con algo más peligroso-
ue la dejó helada, trazó la línea de su mandíb
na. Y te queda m
s motas doradas en la oscuridad de sus ojos. El momento pendía de un hi
guien llamó
endo el hechizo, y su rostro vo
-dijo co
aro enjaulado. Habían ganado la primera batalla, pero tenía la terrible sensación de que la guerra más peligrosa no

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