erado. Aunque mantenía una fachada imperturbable en mi trono, por dentro mi loba se agitaba. Las horas habían pasado entr
a mi lado, sus ojos fijos
lencio depredador que precede a la llegada de algo poderoso, el tipo de silenci
venía era realmente mi mate, no podía permitirme reaccionar como una cac
ara confrontar el destino, fui golpeada por la s
o, ni una image
antes, y el cuero antiguo de un guerrero que nunca ha conocido la rendición. Era Kraven Smith. Un aroma fuerte,
me recorrió desde la base de la columna hasta el cuello, y de pronto, todos mis sentidos se conce
arme a sus pies, dominarlo, todo al mismo tiempo. La dualidad de la
un susurro ardiente qu
onces
Kraven Smith, e
una armadura de cuero oscuro y pieles que solo acentuaban el ancho de sus hombros. Su mo
la mía, hasta que se fijaron en mí, sentada en el dais. En ese momento, el gris frío se
a Luna quemarme en el vientre, justo en el punto de encuentro con el vínculo. Era
as que intentaron darle la bienvenida fo
ominación sensual, una declaración de q
Su mandíbula cuadrada, marcada por
o una avalancha en el corazón de las montañas. No era
l peso de su atención. Me obligué a no dar un solo paso hacia él
í, mi voz rasposa, per
n los rumores. En su lugar, sus o
Mis fosas nasales se dilataron. El aire se volvió más fino, y sentí que mi loba arañaba mi control, rogando por el contacto-. He esperado este día por demasia
rio. No para acariciar, sino para reclamar. Su intención era tan cruda que
lé para apaciguar a un lobo furioso: coloqué mi palma abierta justo en el centro d
i mano. Pude sentir el latido poderoso de su cora
de mi propia sensualidad se filtrara, un juego de poder que él pareció saborear-. Yo soy la
, se movió como un rayo. No me apartó. En su lugar, deslizó su mano sobre la mía
ció mi oído, enviando un escalofrío que me hizo arq
darme tiempo a r
i manada lanzó un rugido de aceptación y triunfo. Su sabor era fuerte y dominante, como su aroma. En ese beso, sen
Mi rostro estaba ardiendo y mi mente raci
ría, casi una mueca de victoria-. Ahora, a la
a guiarme fuera del dais, ante los vítores ensordecedores
ualaba mi propio ardiente deseo, solo podía pensar: E
e y fría, pero no

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