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io, descubrí el testamento de mi
, Sofía. Mi vida era una mentira; yo solo era un reemplazo,
igí el divor
¿Y crees que simplemente
uestro bebé. Luego Sofía, su amante, apareció en mi puerta, confirmando mi
o en su cama, usando la pijama que yo
bebé también tenga
ecía a ella. Mi hijo esta
dentificada por mi anillo de bodas, había muerto en el incendio de una clínica. Pero
ítu
sa
eguro de Alejandro, ese que juró que era solo para negocios. Yo sabía la contraseña. Nunca la cambiaba. Era
testamento. Su última voluntad. Y le dejaba todo, cada uno d
protegida. Se me revolvió el estómago. Siete años. Siete años de mi
icional. Sin familia. Solo una ceremonia rápida en el juzgado y un documento que aseguraba que me iría sin nada. En ese entonces lo ignoré, ebria de lo que creía que era am
ante siete largos añ
, estaba claro. Yo no era nada.
rió con un crujido. Alejandro estaba all
? -espetó, su voz como el hiel
blorosa pero firme-. Era nuestro
la cerró de un golpe. Sus dedos volaron sobre el teclado, camb
a voz plana-. Es una contingencia. Para la
no es una fundación, Alejandro. Es un fideicomiso. Para Sofía Montero, personalmente. -Mi
descifrable en sus ojos antes de que f
un malentendido, Eli
é, con voz firme-. Se aca
sonido corto
te te vas a ir con mi hijo? -Sus ojos se entrece
acia la puerta, todo mi cuerpo
fijamente, su
ntirás. -Se dio la vuelta y se fue, la puerta cer
e hinchado. El bebé dentro de mí pateó, un suave alete
. Ahora. Agendé la cita más próxima en la clínica. Esa que Alejandro h
iar a este niño? La idea me provocó una punzada de dolor, un dolo
l rostro de la d
ara ti. Y para el bebé. -Señaló la pantalla del ultrasonido, un pequeño pie pat
ña vida perfecta. Mi bebé. Mi hijo. Las palabras
rciéndose en mis entrañas. Pero tenía qu
forzando mi v
labra un susurro
nica confirmada». Mi celular vibró en mi mano, un bloque de met
o que había conocido en algunos eventos de c
le-. Pero tienes derechos. Podemos luchar contra esto. Pod
beza, aunque él
a-. No hay bienes matr
adquiridos antes de nuestro matrimonio o canalizados a fideicomisos separados. Mis propios ingresos, miserables en comparación con los suyos, apenas habían cubierto mis gastos
to, cada frase casual sobre nuestro futuro compartido, había sido una mentira. No quería una esposa; quería un recipien
amarga se
a mí. -Mi cuerpo temblaba, pero una extraña resolución se apoderó de mí
án v
rmas de impugnar algunas cláusulas. Es
. -Mis manos temblaban mientras firmaba los documentos más tarde ese día, mi ira una llama
sma había diseñado para él años atrás, pensando que era para mí. Él había dicho: «Es un regalo para alguien verdaderamente especial, u
ado» con un negocio crucial. Más tarde, descubrí que había estado en una exclusiv
tes. Para la próxima generación». Yo había puesto mi corazón y mi alma en ello, trabajando durante mi recuperación, superando el dolor. Solo ahora, al ver el documento del fideic
labios-. Soy arquitecta, ¿recuerdas? Tengo mis propios ingresos. No será
an ciega. Me había tomado por tonta, haciéndome creer que ser su esposa, vivir
abdomen. No, no, no. Ahora no. Aquí no. Me dobl
jo nonato, las lágrimas corriendo po

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