sa
ficarse en mi mente. Aún no había tomado una decisión final, pero l
, mi corazón martilleando en mi pecho, lue
os huesos. Databan de antes de que yo conociera a Alejandro. Años antes. No fue un romance repentino
ba. Era infértil. Completamente. Mi bebé, el que crecía dentro de mí, era
grabación de audio. Mi corazón dio un vuel
a. Distante. Completamen
sea legalmente sólido. Cada cl
abogado supon
¿Deberíamos considerar una enmienda
jandro fue agu
ida, sí. Pero eso se pagó con el «honor» de ser mi espos
do lo que importa. Sofía no puede tener un hijo, pero merece un heredero. Mi heredero. Y Elisa
para mantenerla callada, para que viva cómodamente. Pero si arma un escándalo, si intenta luch
n se cortó
blanco, luego se inundó con un maremoto de dolor. Lágrimas, calientes e incontrolab
había sido torcido en una deuda que él se sentía con derecho a cobrar. Ser la «señora Garza» era mi pago, mi recompensa. ¿Y mi bebé? ¿Mi hijo? Un mero producto, una herra
por el engaño calculado, por los años de mentiras, por la forma en que me había usado, en cuerpo y alma. Asco por m
nas temblando, me aferré a mi celular. Mis dedos, aún temblorosos
risa, un sonido seco y queb
inquietantemente tranquil
encio. Luego su vo
os estás jugan
istérica, las lágrimas mezc
? -Mi risa murió, reemplazada por una quietud escalof
rrojé al otro lado de la habitación. Luego agarré
nción prenatal, recuperación posparto. Pero en el fondo, sabía que también ofrecía algo más. Algo más oscuro. Algo permanente. Había oído habla
he, des
s intentos desesperados por encontrarme, fueron en vano. No conocía los e
e Clínica, Cuerpo Irreconocible». Los informes destacaban un cuerpo carbonizado, identificado por un anillo hecho a medida encontrado entre las cenizas.
ntos de identidad apretados en mi mano. Miré por la ventana el
ntre, una pequeña sonri
rimas de alivio y esperanza finalmente cayendo

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