sa
se sentían como plomo en mis manos. Las puertas del elevador se
fí
licado brazalete de oro brillando en su muñeca. Sostenía una canasta de mimbre, de la qu
Te he estado buscando por todas partes. Alejandro estaba tan preocupado. -Sus
o, mi mano en el
pregunté, mi voz plana,
una fracción de segundo, luego se recom
bebé. -Hizo un gesto con la canasta, una imagen de solícita preocupación. Pero sus ojos, fríos y
cortante-. Y no necesito la caridad de su fam
hueco, impidiendo que la puerta se cerrara. Sus ojos, ah
solo somos amigos. Platónicos. Siempre ha sido tan amable c
risa fría
es. Y no te preocupes, Sofía. Me estoy divorciando de él. Así que ustedes dos fi
ría, rápidamente enmasca
ro... desea desesperadamente un hijo. -Hizo una pausa, su voz adquiriendo un tono más suave e
emonición fría y horrible, una sospecha espantosa, comen
anta apretada-. ¿Estás diciendo... que Aleja
imas, una sola lágrima traza
tan solo fuera más fuerte, entonces quizás... -Se interrumpió, su mirada e
tilidad de Sofía, mis hoyuelos, la obsesión de Alejandro por un heredero, su negativa a divorciarse de mí, su ame
atutinas. Esto era pura repulsión. Mi visión nadaba. Todas las cuerdas que me
feteé en la cara con todas mis fuerzas. El sonido resonó en el silencioso pasillo. Inmedi
chando su caro vestido blanco, volviéndolo de un rojo fangoso. Trop
mi voz ronca de furia-. ¡Dile que nunca tendrá a
ecido por completo. Su rostro estaba
tros, Elisa? ¿Crees que puedes ganar
i voz temblorosa pero fi
, luego se dio la vuelta y huyó, sus
dor frío pegando mi cabello a mi cara. Las lágrimas corrían por mi rostro, calientes y agonizantes. El miedo, frío e insidioso, envo
o tesoro que me quedaba. Mi ancla en este mar de traición.
deé, agarrándome el vientre. Mi bebé se movi
cé, las lágrimas nublando mi visión-. Te
oyuelos, una vez fuente de alegría, ahora se sentían como una maldición. Si el bebé no estuviera aquí

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