staba en la mesa de operaciones, su vida pendiendo de un hilo, dependiente de las hábiles manos de Leonard
rriendo. "¡El Dr. Hodge no está aquí!", susurró, su voz teñida
está aquí?", exigí, mi voz cruda.
o impotente al resto del personal médico. "
revolvió el estómago. Sabía exa
Llamé a Leonardo. Una, dos, tres veces. Sin respu
conectó. No era L
ondió la voz me
o?", logré decir, mi
fía. Surgió algo". Entonces, lo oí. La voz ahogada de Le
ntrol que había mantenido
ela. "Solo me está ayudando con un problemita. Una llanta po
staba muriendo, y él estaba arregl
cos, reflejando los pedazos de mi corazón. Me arrodillé allí, entre los fragmentos de vidrio y mi mundo desmoron
n rostros sombríos. Mi madre se había ido. La cirugía había fr
cia. Planeando el funeral sola. Los amigos de mi madre, parientes lejanos, ofrecieron
barato, con un aspecto algo desaliñado. Se paró en la puerta de la c
n voz vacilante.
di una bofetada en la cara con toda la fuerza que mi cuerpo con
mi voz ronca de tanto ll
quila. Demasiado tranquila. "Sofía, sabías que su pronó
inalmente estallando. "¡Estabas con Daniela
mío". Las palabras quedaron suspendidas en el aire, pesadas con un nuevo tipo de traición.
metiste, Leonardo", logré decir, recordando nuestros votos de nuevo
no en mi mejilla y había jurado. *Nunca más te
istérico. Lo arañé, grité obscenidades, mi dolor se convirtió en un ataque
sa, casi cruel, jugando en sus labios. "Sabes, Sofía", dijo, su voz suave, escalof
a vuelta
de sus palabras mezclándose con mis lágrimas. Mi madre se había ido. Me
un vientre visiblemente abultado. El pie de foto decía: *Gracias por entender, Sofía. Algunas deudas son simplemente más importantes. P.
bía usado. Él también había sido usado. Por ella
lágrimas. N
nardo Hodge", declaré, mi voz firme, aunque mis manos todavía temblaban. "Por negligencia médica. Por abandonar a
"Señora Méndez", comenzó, su voz condescendiente. "El Dr. Hodge es u
ugía!", grité. "¡Mi mad
es una acusación muy seria. El Dr. Hodge tiene un histo
ró, pareciendo sorprendido de verm
goteando preocupación, pero sus ojos eran duros. "Desde el fa
rdo. "Señora Méndez, le aconsejo que se
stán encubriendo! ¡Están protegie
Leonardo, acercándose. "E
lo!", grité. "¡Iré a los
, luego a mí. "Si haces eso, Sofía, haré que te inte
pe físico. Lo haría. Tenía el poder,
o h
do de mi casa. Los paramédicos, la policía, el
chadas. Un hospital psiquiátrico. Leonardo
i dolor y desesperación se solidificaron lentamente en algo más. Algo frío y afilado. Venganza.
llas. Fingí ser dócil. Esperé.
erta dejada descuidadamente abierta. Una ventana entreabierta. Corrí.

GOOGLE PLAY