nte. Me quedé allí, temblando, el viento helado azotándome, rasgando mi vestido delgado. Se había ido. Realmente me había d
alrededor era absoluta, una manta espesa y sofocante rota solo por las estrellas débiles e indiferentes. No había
i pasaba alguien más, alguien peor que Braulio? Mi mente se aceleró, conjurando horror
misma. Tenía que hacerlo. Abrazándome a mí misma, comencé a caminar, mis ojos esforz
e res
nte CRAC resonando en el silencio. El dolor explotó en mi tobillo, una agonía abrasadora y candente que
Era un hueso roto. Lo sabía. Me derrumbé de nuevo sobre e
él? -Me odié a mí misma más de lo que lo odiaba a él en ese momento. Mi tonta esperanza, mi paciencia in
trando su charla emocionada. Su mente estaba en otra parte, una inquietud creciente baj
-canturreó Daniela, inclinándose par
, ya poniendo el
ño, luego se encogió
, mientras él se alejaba a toda velo
tos. La carretera se retorcía y giraba, cada curva parecía exactamente igual a la anterior. El pánico comenzó a apoderarse de él. Estaba perdido. Condujo de
entre la maleza, su propio miedo aumentando con cada minuto que pasaba.
gullado, pero Sofía no aparecía por ninguna parte. Sintió un pavor frío filtrarse en sus hu
llos blancos en el volante. Al entrar en la bulliciosa estación, un fragmento
retera sinuosa... parece que la atropellaron y se die
s peores miedos. Sus rodillas se doblaron. Se aferró al mostrador, con los nudillos blancos, a

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