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Historia

Capítulo 8

Palabras:1156    |    Actualizado en: Hoy, a las 14:31

lia

ún en recuperación. Me empujó hacia atrás, con fuerza, contra un pilar de mármol. El impacto hizo que mis dient

mis abortos, les diste los nombres de mis hijos a tus hijos bastardos, y ahora profanas mis últimos recuerdos con esa bruja! -Señalé con un dedo tembloroso a Ximena, que a

dolor reprimido y el escozor de su traición final. Cada mentira, cada fachada cuidadosa

Un destello de algo parecido al dolor, rápidamente reemplazado por un desapego escalofriante. Siempre había sido tan cuidados

no me importaba. Esta era la verdad, finalmente desatada. Con un grito primario, me abalancé sobre él

a el pilar, su rostro a centímetros del mío. -Estás verdaderamente perturbada, Amelia -gruñó, su voz baja y peligrosa-. Este

áticamente. -Oh, Bruno, necesita ayuda. Por

u propio bien, Amelia. -Chasqueó los dedos-. ¡Guardias! Llévensela. Prepar

de terror me invadió. Iba a someterme a otra

traron por la mansión, mis protestas ahogadas por sus pesadas manos. Lu

acolchadas. El Padre Miguel, un hombre de rostro severo con túnicas oscuras, esperaba, fl

ibulada. Tu alma está inquieta, tu corazón consumido p

ndo contra los guardias-. ¡Solo h

-La negación es el primer síntoma de una

y grité, pero fue inútil. Eran implacables. El Padre Miguel cantaba en un idioma que no entendía, su voz aumentando en intensidad. Luego, un l

nes con cada latigazo, afirmando golpear el mal de mi carne. Mi piel picaba, luego sangraba, luego se entumecía. Cerré los ojos, tratando de dis

brasas incandescentes dispuesto ante mí. La voz del Padre Miguel retumbó: -¡Camina, hija! ¡C

brasador y omnicomprensivo que corría por mis piernas, a través de todo mi cuerpo. Me retorcí, traté de alejarme, pero su agarre era inflexible. Mi mente se quebró, un d

ada y moretones. Era vagamente consciente de ser levantada, llevada. La habitación sile

a. Ningún pronunciamiento frío de Bruno. Solo la eficiencia silenciosa de las enfermeras, sus rostros grabados con pr

mesita de noche. Era de Bruno. Un mensaje escueto e impersonal: «Tu purificació

ndo, sosteniendo a los gemelos. «Tan agradecida por nuestra hermosa y armoniosa fam

ena. Bloquear. Mi último acto de desafío, una silenciosa ruptura de lazos. Entonces apareció la notificación: «Tu div

fotografía, cada tarjeta, cada recuerdo tangible de Bruno y nuestra vida juntos. Los vi arder, las llamas consumiendo su sonris

destino al azar, cualquier lugar lejos de aquí. Mientras el avión despegaba de la pista, dejando atrás el brilla

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