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Historia
Seis años de amor envenenado

Seis años de amor envenenado

Autor: Gavin
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Capítulo 1

Palabras:2247    |    Actualizado en: Hoy, a las 14:32

nas durante seis años. Bebí cada gota, desesperada por el hijo que me p

. Los suplementos eran anticonceptivos. Y su amante e

de Alejandro besando

cía el texto. "Tú solo fuiste el

temáticamente, robándome mi sueño de ser madre mien

que yo era la que estaba rota, todo mientras viví

eó una "sorpresa romántica" en una pantalla gigante para todos nuestros

ítu

rante años: sostener a un hijo mío, un pequeño bulto hecho de amor y de Alejandro. Pero esa noche, mientras la última vela brillaba, mi

stado casados, navegando por el deslumbrante mundo de la élite de la Ciudad de México. Él era el brillante gurú tecnológico; yo, la apasionada dueña de una galería de arte. Nuestra imagen pública era

us buenas intenciones, a me

orriendo por tu galería?", preguntaban, con sus

ejandro siempre intervenía, rodeándome la cintu

reconfortante. "Natalia solo necesita un poc

que los procedimientos médicos invasivos que yo había comenzado a considerar. Cada mañana, me traía una taza caliente a la cama, la mezcla de hierbas con un ligero olor

alma. Me culpaba a mí misma, convencida de que mi origen humilde de alguna manera me hacía indigna, menos fértil que las muje

", me había dicho una vez la madre de Ale

sitaba respuestas, un camino claro hacia adelante. Programé una cita con un especialista en

o edificio. Estaba a una cuadra de distancia, discretamente escondido detrás de un camión de reparto. Algo en ello se sentía mal. Era d

na. Pero la vocecita dentro de mí, la que usualmente ignoraba, me instó a seguirlo. Fue un impulso, un susurro

, las palabras sintiéndose teatrales y a

ás tranquila y residencial en Las Lomas. Se detuvo frente a una residencia modesta pero elegante, un lugar que nunca había visto antes. No

rojo, estaba junto a la puerta. Su cabello, una cascada de rizos oscuros,

nrisa extendiéndose por su rostro, una sonrisa que no había visto dirigida a mí en meses, quizás años. Era relajada, sin cargas, llena de una alegría fácil q

lle silenciosa, nítida y clara incluso a través de

mo. "Tenía que asegurarme de que Natalia estuv

a endeble. Una ola de frío me invadió, dej

ué trágico". Sus ojos, oscuros y brillantes, se encontraron con los de Alejandro. "Menos mal que me tienes a m

to, Sofía". Sofía. El nombre se sintió como un cuchillo retorciéndose en una herida

? Está demasiado ocupada ahogándose en sus polvitos mágicos para bebés". Luego, con una desfachatez que me dejó sin aliento,

Mi cabeza daba vueltas, el mundo se inclinaba precariamente. Me agarré al asiento, trat

¿está tod

ra sabiendo a cenizas. "Sol

vez mi santuario, ahora se sentía como una jaula dorada. Era tarde, las luces de la ciudad pintaban rayas en el suelo. Mi ama

o que no se sentía bien. Le he preparado su tónico especial". Me tendió una taza humeante, el familiar

por inocente enroscándose hacia arriba, una burla cruel. Un nudo frío y duro se formó en mi estómago, más ap

a dentro de mí. Había soportado innumerables visitas al médico, las pruebas invasivas, las miradas compasivas de las enfermeras. Alejandro siempre había estado allí, sostenie

ca ser esa mujer. Había buscado estabilidad, lealtad, una sociedad construida sobre la confianza. Alejandro, con su encanto impecable, su pod

lando a él, a nuestro futuro. Incluso había comenzado a explorar opciones más drásticas, FIV, subrogación, cualquier cosa

e mis ojos. Tónico de fertilidad. Las pal

star, con la corbata aflojada, un ligero aroma de un perfume desconocido aferrado a él. Parecía desarmadoramente preocupado, sus o

de esperanza, ahora apestaba a engaño. Lo vi entonces, una leve mancha de rojo brillante en el

estrangulado. "Yo... no me siento bien, Alej

si vamos a hacer un bebé, ¿no?". Tomó la taza de Doña Elvira, su mirada deteniéndose en mi rostro. "Sabes, estaba tan preocupado cuando fui a esa... reu

voz apenas firme. "Un asunto de la galería. Pero volví enseguida. El tráfico era horri

no, ven, mi amor". Se acercó, forzando la taza en mi mano. "Bébelo. Por nuestro futuro. Por nuestro

Quiero decir, después de todos estos años, no está funcionando. Quizás es hora de que lo reco

y más natural solución. Solo lleva tiempo. Paciencia, mi amor. Paciencia". Su tono era f

uro y aplastante de su traición. Él me observaba, una pequeña sonrisa triunfante jugando en sus labios. Sacó un pequeño amuleto de madera intrincadamente tallado de su bolsillo, un símbolo de f

¿Cómo pude haber sido tan tonta? ¿Tan completamente ciega? Mi mirada se desvió hacia la mesa de centro donde

s de que pudiera detenerlas, una súplica desesperada por la

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