artamentos de vidrio obsidiana se deslizar
la había mirado con una mezcla de lástima y desd
jo Alba, su voz cortando el
de cuero desgastada y giró a la derecha, aleján
a medio levantar. La vio irse, confun
, nueces tostadas y hormigón húmedo llenaba sus pulmones. Era arenoso, suci
de la confrontación con Plata se estaba de
cinueve dólares en el bolsillo y un portáti
enía un mapa del futuro
etro. Los edificios aquí eran más viejos, las sombras más largas. E
ió la quietud
orizado, y se co
asada, antes de Plata, antes de la fachada de esposa trofeo, había aprendido a sobrevivir en lugares mucho peores que es
o a unos seis metros más adelante. Las so
una mujer sola con una male
perponiéndose con sus propios gritos s
e movió hacia el callejón, sus pa
la, sudadera con capucha demasiado grande, el terror muy abierto en sus ojos. Uno de los hombres la tenía inmovilizada contr
n andamio, se encontraba un elegante Maybach negro. Sus
la. La pantalla mostraba un complejo informe financiero sobre las fluctuaciones del mercado asiático. Su rostro
llamado Sepúlveda, con voz tensa-. Hay una
antó la vista
piedra pulida. Había visto suficiente violencia en el mundo
movimiento captó s
mu
da con un abrigo sencillo que parecía demasiado fino para el cli
ó la table
su presencia. Recogió una
lan
e la cabeza del portador del cuchillo. Llovieron fragm
a. Su tono era conversac
hillo se rio. Fue un
chicos. Una
anzó so
he, Sepúl
, la van
acia adelante, entr
cuchillo hacia e
por fuerza; ya no tenía la fuerza para eso. En cambio, usó la física. Su mano izquierda s
rujido re
ó, dejando cae
estrellando su cara contra la pared de ladril
lavando su codo en su plexo solar. No fue un golpe de nocaut, pero fue lo suficientemente preciso com
aul
os ojos muy abiertos por la incredulidad. Miró a sus dos camaradas caídos,
ba. Se ajustó el abrigo, ali
giró y salió dispa
sitaria se deslizó a
ch, reinaba
veda estaba lige
ue... eficiente.
movimientos desperdiciados. Peleaba como alguien que sabía exactamente dónde el
otó Sepúlveda mientras las sirenas
junto a la acera, bloqueando la entrada del calle
os meros testigos. Espera aquí hasta que los oficiale
las pupilas de la chica, sus manos firmes. Ella levantó la vista, sus ojos esca
ro él sintió que ella s
zo frío en la base de su cráneo
dijo Eliseo
Se
icía nos autorice a ir
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