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Historia
CUANDO LLEGASTE TÚ.

CUANDO LLEGASTE TÚ.

Autor: Mayra Gisel
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Capítulo 1 Sueños Rotos.

Palabras:2672    |    Actualizado en: 27/06/2021

obre todas las cosas sea el mismo que destruya tu vida y te vuelva un ser

se encontraron aquel nueve de julio de dos mil siete cuando en Buenos Aires los sorprendía un evento como ningún otro, nevaba des

patrimonio más preciado “Universo de Letras” una de las editoriales más importante de Latino América con

nidad de ver a la novia antes de la boda. Justamente un día antes. Sabía q

u padre estaba con Umma desde esa mañana y a él le extrañó, dado que en ningú

a cinco años, se habían vuelto muy confidentes. De echo no había nada que le generara más felicidad que ver que él y su novia se llevaran más q

y no comprendía la razón, de echo no se podía oír nada desde afuera y por primera vez

a pasó por el lector, habilitándole la entrada y pese a que su co

aroma asqueroso y unos movimientos qu

z más audible. Temía encontrarse con una verdad que rompería su alma en un millón de pedazos,

n su mano, ¿Qué probabilidades de que solo se trate de un mal entendido entre su padre y su prometida? Clara

por alguna razón siempre buscaba la manera de torcer la conversación y ser ella quien termine por pedirle perdón ¿es normal eso? Claro que no ¿quizás el error fue suyo al no interv

sabía quién sería su nuevo jefe y aunque muchos tenían una idea de que podía ser su nieto, es decir él mismo, nadie lo conocía presencialmente,

encantos de esa mujer al dejarle el setenta y cinco por ciento de sus bienes, desheredando a su propio hijo de sus patrimonios, por lo que lo único que tenía de la familia era la editorial y el veinticinco por ciento restantes que pertenecía a su madre, la señora Aurora Valverde d

do lo que había estado viviendo a nivel familiar en los últimos cinco años, solo que ¿estuvo tan cegado todos esos años como para no ver la real

la puerta, encontrando una escena asquerosa y comprobando, con sus

resiones faciales sorprendentemente eran diferentes. Mientras Alfredo estaba lleno de

cama a su suegro y pese a que temía que las cosas le salgan mal, que termine por dejarla sin el pan y sin la torta, él logr

destruiría más de cuarenta años de amor y fidelidad y el corazón de su propio hijo, termi

or lo que los últimos seis años habían sido un infierno para ella. No lo quería, solo permanecía con él por su apellido porque pese a ser un fracasado, su abuelo había sido un

n bandeja de plata y oro y al enterarse de que su novio heredaría la editorial que movía millones y millones de dólares en todo el mundo, ¿qué mejor que proponerle matrimonio para q

ndo su cadera con su torso aun de

arles la mirada de encima. - ¿cómo pudieron h

enza y rabia porque las cosas no estaban saliend

o la vida junto a su madre y la mujer que amaba, con quien tenía proyectos de una vi

ría ser capaz de levantarle un dedo siquiera, le dio un puñetazo en el rostro rompiend

intentando detener la hemorragia que no cesaba. En tanto Bruno mir

enos para lo que te mereces. – dijo dánd

la hizo saca lo peor de las personas, pero no, sorprendentemente nada de eso sucedió, pero como reaccionó con su padre fue algo que realmente no se esp

r tras de él, pero ella fue más ágil y sin

ella sujetando su ro

la negó con su cabeza fingiendo estar apenada

quería a ninguno de los dos, pero debía fingir aquello para que Alfredo no le sacara

a casarse. – p

después de casados, pero ella debía ser más astuta y sabiendo que ahora todo se derrumbaría por lo sucedido, n

ue casándose con su suegro no se podrá hacer de ella, pueden impugnar el testamento de Don Atiles para que, por lo menos, ella

lación con Bruno. – beso sus labios y continuó. – sé que esto es duro para ti, pero los dos nos amamos y nada debería triunfar más que el amor, nuestro amor. – pero para él no era

ose de su agarre, pero ella fue rápida, el dinero se le es

su mirada ¿cómo era posible que un par de piernas pudieran manipularlo de ese modo? – Alfi, mi vida, quiero estar contigo hasta el último suspiro de mi vida. – actuó sus lágrimas y su actitud afligida y de sufrimiento. – yo

n una sonrisa malévola en su rostro. – si tu te quitas la vida no podré vivi

pero ella no le dejó pensarlo si quiera, porque lo llevó hasta

– dijo él de

do una puerta se cierra, una ventana se abre y porqu

le dijeran que lo que vio no es tal y que hay una explicac

us manos sudaban y apretaban con odio el volante. Sus gritos se oían por todos los recovecos de su auto y en su cabeza se repetía, cual disco rayado, los gemidos de ella y el “me vuelves lo

por sus reiteradas maniobras peligrosas, pero a él no

un tren no era una mejor opción, pero sí era la única que tenía, por lo que se posicionó en medio de las ví

ación a sabiendas que sería un acto peligroso para las casi ochocientas personas que llevaba

rsonas y al maquinista que tocaba la bocina de manera desesperado, cuando a escasos centímetros de ser envesti

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