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Historia

Capítulo 5 NATHANIEL

Palabras:3801    |    Actualizado en: 29/08/2021

ste, sonrió al mirarme, puedo jurar que casi chilla de emoción cuando corrió hacia mí y se me abalanzó

enga un solo rasguño —bromee con una sonrisa y est

il —me miró y

ñé, Jessica —le miré con

tu preciado auto —se cruzó de brazos y yo volví a tomar mi m

el entr

nté mirándole y esta me m

on Thiago —se dio la vuelta y caminé h

te agradecí pues las ganas de volver a manejar mi auto eran grandes. Subí al asiento del con

Jessica con el embarazo y la pérdida de su padre. William con la perdida de su esposa. Jessica, junto a Ingrid, se habían quedado en c

cida que estaba conmigo por haberle salvado la vida a ella y ahora a su hija. Había noches cuando recién había llegado a Los Ángeles donde me llamaba l

de mi vida por ella, no era el que no hubiese hecho nada ante el hecho de que su vida estaba

de la distancia. Dos personas que lo habían perdido absolutamente todo en un mundo donde tuvieron que estar

la. Me ayudó a saber dónde est

la persona que me había arruinado por completo. Irónico como en la ciudad más pobl

n Thiago? —pregunté

tro, casi olvidando por un momento la pers

ojos verdes. Miraba hacia al frente embobada mientras balbuceaba y movía sus pequeña

le cuando la p

a sonriendo mientras extendía su brazo

ntonces Jessica carcajeó. Yo igual lo hi

uien —sonreí y entonces Jessica me

a la pequeña sonriendo—. No caigas en sus encantos, Eliza,

a carc

peté entre dientes y esta me mi

rogonas como con las que te acostaste en Los

stuve con otras chicas? —l

e en su asiento, colocándose el cinturón—. Soy una rubia que pue

que pudiese hacerlo esta m

acostándote con chicas de es

Suspiré, encendí el auto y arranqué. Cuando salimos de

en automático la sonrisa desapareció cu

, pero ningun

de la bebé. A lo que tenía entendido, era la semana que le correspondía a Thiago para cuidar a Eliza. Así funcionaban Jessica y él, lo que me había contado ella era que Thiago había sido un gran apoyo para ella, había sido totalmente responsable de la pequeña. No había re

Me había dicho que por ahora ella solamente quería dedicarse a su hija. Incluso me comentó sobre buscar alguna manera de estudiar, cosa que

er que madurar de una manera sorprendente. Creo q

cio, subió al auto. La

? —pregunté

zo una mueca lad

to, pero creo que para ti

entrecejo

nté mirándole sin

que te lo diga? —alz

saberlo? —cuest

Respiró hondo y

ue quieras saber o no —volvió

más, tratando de encontrar al

no me lo digas —dije como respuesta y esta se mantuvo mirándome,

uso el cinturón y

si mi mente tratase de desci

a mí mismo. Miré al frente encendiendo el au

dentro para que todos los recuerdos vinieran a mi mente. Sentí que mi mano se apretó alrededor del a

muebles, todo estaba ahí a excepción de las cosas personales. No había querido llevarme ningún recuerdo d

lado, no había ni un solo rastro de los rayos del sol. Quizá podría aprovechar el día para ocuparme de unas cosas, así podr

llo, la estancia, las habitaciones. Mis ojos fueron directo a aquel punto de la estancia donde antes yacía el piano. Ya no estaba.

, como si nunca hubiese pasado. Quise reír. Claro que había pasado porque era una d

o este de lo exasperado y ansioso que me se

salí ya listo, tomé las llaves, tomé una carpeta con papeles que necesitaría en aquella salida y salí del apartamento casi azotando la

. Compré lo necesario para un mes, probablemente no duraría mucho tiempo en ese lugar y terminaría yendo a otro apartamento. No necesitaba quedarme en un lugar donde los recuer

ui a ver

n minuto después abrió la pue

—dijo con u

a casa me abrazó. Lo hizo fuerte y por un momento me pregun

espués al separarn

ti, vino por tu auto —comenz

en los bolsil

la oportunidad y la aproveché

su pequeña hija —sonrió d

dre y luego la llevé a su apartamento —solté un

brazos—. Oh eso no es problema, hijo —rió dando dos palma

dirigiéndonos a su despacho. Al entrar este se sentó detrás

Por cuánto tiempo vienes? —

colocándolos en el

s relamiendo mis labios—. Lo mejor que se

undos, asintió y se

ltó con cierta

sus manos en su abdomen. Me di cuenta segundos después de qué era lo que miraba

me y colocando mis codos sobre m

hijo —trató de s

Cualquier otra persona siquiera me hu

locó a la par del escritorio—. Tú no les dijiste que lo hic

amenazarme a mí —repuse a

ron a William que les dijera donde estaba. En el proceso terminaron matando a su esposa, quien reposaba en cama debido a

o solo se formó una mueca en sus labios—. A veces pienso que era lo mej

lo hizo. Quizá tenía razón, quizá había sido mejor para ella, pero no

ole después mirando un punto en la pared—. Ella fue

rando el techo por unos segun

ués mirando hacia las puertas del despacho—. Te llegó a querer como un hijo.

entí. Lo sabía, ella me lo había dejado cl

imos discusiones respecto a eso, me dijo que no podía permitir que

ia enfrente sobre la made

mucho menos resentimiento. William era un buen hombre y me había apoyado de maneras diferentes e

—preguntó de repente t

a su nombre y sabía

ofá, respirando profundo y después dejando salir todo

mirarle—. Y tampoco es algo que me i

se daba ni una mínima idea de todo lo que pasaba por el

drán que hablar de qué fue lo que pa

asi am

a —volví a decir

él ni nadie más lo haría. Lo que había pasado se iba a quedar así, nadie lo

eloj en m

dole de nuevo—. Venía a sal

la puerta y cuando baj

en, ¿no crees

amente,

urrido, ahora tenía la oportunidad de hacerlo al menos de manera presencial por tres meses. Cuando llegara el tiempo de volver a Los Ángeles lo se

ra temprano, aunque yo sentía que ya había pasado todo un día entero. Entré de inm

acomodó lo

carpeta con los papeles—. Vengo a entregar mi certificado

peta la cual le acerqué. La tomó, la abrió y sus ojos comenzaron a

irándome por encima de sus lentes y asen

mi garganta—. El comp

carpeta co

fijo en la pared metiendo mis manos en los bolsillos del abrigo. La mujer siguió tecleando, al mismo tiempo qu

tos o un poco más, la mujer me extendió la

toda la documentación como comprobante de su pag

a para dar un rápida escaneada a

aticé dedicándole

ugar, hasta acercarme a las puertas para salir de ahí en busca de mi auto. Hacía mucho tiempo no pasaba por aquel lugar,

ra, como si alguien le estuviese empujando para entrar. Justo en ese momen

é la mirada me percaté que

a decir, pero cuando su mirada sub

bién l

ento al ver lo que mis ojos estaban presenciand

el verde de sus ojos. Llevaba el pelo corto, muy corto, quizá un dedo por encima del hombro, pero se l

a hablar, pero na

la estaba aquí.

ya era antes. Sus pestañas igual de abundantes haciendo resaltar sus ojos. Sus labios al igual que sus mejillas lige

tos meses sin una señal de ella, sin verla, sin esc

alejarla de mí, pero al mismo tiempo abrazarla y preguntarle por qué lo había hecho. Dolía verla, dolía mirarla ahí frente a mí sin poder hacer nada más que pensar en to

ensar en lo mucho que hubiese deseado que jamás se hubiese cruzado en mi camino. Jamás iba a p

ir con voz tembloro

de ella, no necesitaba hacerlo tampoco. No miré atrás, aunque sabía que probableme

is manos estaban hechas puños, quería golpear algo, necesitaba salir de ahí. Había sido una pésima

e había destrozado, la persona que me había humillado, utili

t Bo

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