img La Revolución de los Ojos Carmesí  /  Capítulo 4 Cuatro | 57.14%
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Historia

Capítulo 4 Cuatro

Palabras:4584    |    Actualizado en: 30/08/2021

ítu

dr

ás dejó que otros, le dañaran el aquel trágico accidente; sabía muy bien que tocar el tema aú

o la cara fatal" "¿Yo, llorando? Tuve una pesadilla anoche, fue culpa de las películas de terr

erar y olvidar, engañar a los demá

e asegurándole que siempre me tendría a mí para acompañarla, hablar, o ser como su hombro de lágrimas. Puede ser que

mujer cómo ya les había repetido quien sabe Dios cuántas veces a mis demás compañeros. Solo que

cubrir los papeles de mamá y papá, nunca fueron motivo para que ella se viniera para abajo. Con lo poco que ella me daba era lo suficientemente feliz como para pedirle más o quejarme, e

dijo mi muy rea

odo lo bueno,

o que fue tener a mi madre, fu

brusquedad y dirigirnos a las salidas de emergencia para estar a salvo. Sin embargo, justo cuando íbamos en el último tramo rumbo a nuestra escapat

ijo! ¡Sal y bus

ersonas atrapadas entre los escombros, volviéndose un escenario lleno de turbiedad. Nadie sobrevivió, dijo la policía a los familiares de los desaparecidos, entre ellos estaba yo, solo y sufriendo en silencio porque la mujer que amaba me fue arrebatada. Los demás fallecidos eran despedidos por sus familiares, mientras que y

pequeña familia pe

ese entonces; tenía moretones y rasguños en la piel, en sus oscuros e hin

o como la biblioteca o el aula de música, y solo lo sé porque la espiaba siempre. No soy un acosador, solo que desde ese día tenía la fuerte necesidad de estar al pendiente de ella, pendiente como un hermano mayor. Le veía disfrutar leer muchos libros, de todos los títulos

na siguiente, así que salí discretamente al patio de juegos a dar un paseo a que por lo menos la brisa nocturna me refrescara. De repente, al acercarme unos cuantos pasos del pequeño bosquecito q

pa, siempr

erada entre sus emociones mientras se sumergía en el reino de las palabras; la voz que ahora entre la oscuridad del cielo, permanecía

e fui. Ella me vio de reojo, y con unas acciones rápidas, se frotó la cara cambiándose de expresión. Ta

su lado recargando mi espalda en el tronco del manzano. La confusión invadió su cara, pero aun así no me cuestionó mi

rque a partir de esta noche, Danae, no quiero que cargues por ti misma el peso de tu dolor.

—dijo,

nosotros, por lo que he decidido algo en estos momentos —le animé sosteniendo su mano: —A partir de hoy nunca po

é esta

r—. Estoy consciente de que eres mayor que yo por dos meses, pero par

ntió levemente, no conversamos m

exagerado). La sangre y mucho menos la apariencia era similar, pero nuestro cariño mutuo fue el pegamento de nuestr

tiste, Rodr

ho, pero no es mi

¡Solo cállate y déjame! —Me dio

mano en su hombro. Esta, por el enojo, se apartó

cuche! ¡¿Que te oiga decir de nuevo como te largas y me dejas.

bes ¿Verdad? —me acerqué de

os había una frágil esperanza, que de

arca de Camelot, Arturo Pendragon, es una de las obras más fantásticas que me presentó Danae; más bien, me obligó entre regaños sobre m

un día que me vieron en el patio leyendo a mi poderoso rey junto a Danae. No estaba emocionado por saberlo, pero tampoco le reste importancia; mi madre estaría aliviada de saber que mi futuro estaría as

, pero no

Después de hablar con la consejera, me fui directamente a su habitación pa

on frustración, estaba a punto de darle

te, Rodrigo, te felicito

tomó

e yo crea que este sea un adiós verdadero. Muchas veces pasamos está situación, y aunque por cosas mágicas nunca sucedió ahora es algo difícil de evitar. Me escucho egoísta al recla

reclamos se convirti

s no dejaban de brotar, pequeñas con

n mis brazos queriendo romper nuestro contacto, pero a la vez no quería soltarse. Era un momento de congelamiento entre nosotros, el tiempo par

disminuyeran en segundos de memorias emocionantes, como si este emotivo abrazo fuera la conclusión de nuestras vida

ría de mi parte), las discusiones de ambos, y los castigos (de

estros debates de que personaje debió morir o no. Cada quien e

e que yo había hecho un escándalo en el recreo por un supuesto hueso de bebé de Tiranosaurio que encontré en una de las cajas de arena. Pues, resultó

Danae fue el centro de atenci

o, bobo? —dijo, rompi

sonreí con

erró los ojos cru

ve

—arrugó la nariz con negaci

de «masa infinita» fue un fiasco. De haber sido así, todos nos hubiéramos alimentado de galletas por un mes, pero como fu

so —me tiró un p

as de jengibre antes de entrar al horno —dije, frotándome el hombro—. Además, n

! —me

el mal, y recuerda que aún después de una semana seguía apareciendo

acordarme de los lugares que me d

o— Entonces, no te importará q

a contar tus cosas ínti

ntendido

le seguí el juego— ¡Soy el dragón de las t

bio Gran Dragón de la vieja religión—sonrió con malicia—, ¿Sabes? Gracias a

a los dragones —me sorprendí— ¡No pue

joven dragón como tú suele d

ara besar sus nudillos con

falta de res

r qué «mi

ese es el significa

e hace merecedor de aquel título. Eres el hechicero más grande que unificará la vi

el dragón blanco pareces un guiverno, por algo

ce una imitación, parecido al otro pe

e hasta nos vimos una serie basada en esa misma. Nos encantaba s

ra ser Arturo, chico ob

un "obtuso", o has estado bebien

lo fui en busca de hierbas es

hay en el reino, tuve la fortuna de que mi padre nombrara a uno tan irritante e inútil

iente —hizo un gesto de pensar, igual que el mismísimo personaje de la serie— bueno, si lo es. Salvarte el cuello de aquella bruj

mejor que

l v

ente se cree mejor que el prínc

le sirviente. Soy el Gran Emrys —ex

ría mandarte a la hoguer

on rabia— por eso, estás condenado a tu perdición

actuación—, eso ya no es de Me

on Lord, ahora soy la Sacer

media

con en

gregué con diversión—, por qué así, la mag

quiero gobernar nada para hacer el b

e —di una

a el final para los hermanos Pendragon—. Tú y yo somos como Morgana y Morgaus

os, Danae? —le reclamé en broma— Primero con Aithusa

to. Si al caso, te comparo c

mal chiste y luego

a dar la v

e, mi h

juego de actuaci

y guivernos, Aithusa y Kilgharrah, Morgana y Mo

sas y chistes a

el mal anunciaron el cierre del

n? —gri

está aquí

í, señorit

bajando a la recepción —y con eso últi

un... —me dio pesa

e sonrió con ese gran destello de

ra darle un beso en su frente. Ambos, en vez de llorar a mares

del joven Rey de Camelot". Esto es más que significativo, así que con un gusto lo metí en mi

directo a mi nueva familia, lo resumiré: maldita

rometí a Danae que dejaría las malas palabras) me estaba hartando demasiado. Muchas veces, durante el cam

los vi, y vaya que se mostró al cual su posición: Los Berrycloth. Un apellido tan poco común pero muy importante al mencionarlo, eran una pareja millonaria con pocos años de casados que no podían concebir hijos, aunque a m

s, con ropa fina y muy limpia, a diferencia de mí que usaba ropa vieja y gastada, que fue heredada de otros camaradas que se habían ido. Creí que al principio me tratarían como bicho raro por ser tan d

año cuando sus padres la abandonaron, y Michael, unos tres meses después de ser salvado por unos padres alcohólicos y drogadicto

en lo absoluto. Y no era de esperarse, ya que mis nuevos hermanos -por así decirlo- también estaban extrañados de lo que estaba sucediendo así que supusimos entre los tres que tenía

re tan largo para una corta persona. Le estaba contando algunas ideas de una supuesta arma pacífica que quitaría los males que mencionaba uno de los libros de la

ón, sentí la necesidad de preocuparme. Le pregunté a Adelaide con disimulo a dónde íbamos muchas veces, nunca me respondía y

, yo me sentí igual. Poco a poco me fui cayendo en el r

a que estaba acostado, situado en la muy esquina de un cuarto c

r a dormir y ya, se volvió un ciclo rutinario por quien sabe cuánto tiempo, perdí la noción del tiempo y espacio. Me sentí como Kilgharrah después de que Uther lo mandara a encadenar a esa cueva por más de 20 años. A Mike y a Anna fueron las

estaba. Sin saber en dónde estaba o que hacía ahí, no fui culpable de nada y creo que tampoco fallé en nada en mi vida. No me cuestiono más

, tenía las mejillas mojadas y los ojos hinchados, había olvidado por completo su expresión y rostro en ese estado de dolor. Fue ahí que me dic cuenta

olo, agradecido estaba que no estaba desangrándose, pues el calor hizo que esta misma cicatrizara en las orillas de la piel morena y chamuscada de ella. Sentí vergüenza por lo que iba a hacer, pero era necesario por su bien, le quité su camise

abía costado mucho encontrar a Primera y a Segunda. Pude comprender un poco más la situación, ya qu

ltar más lágrimas. Le calmé para que hiciera silencio y no se forzara. Le hablé con tanta ternur

io. Eg

caricie su rostr

tra promesa fue más fuer

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