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Historia

Capítulo 4 ¡Infames!

Palabras:3554    |    Actualizado en: 23/12/2021

Universidad con la que había hecho muy buena amistad y aunque tenían am

círculo social que ambas frecuentaban, ella procuraba mantenerse al margen, convivía si era

se de algún asunto urgente, cuando Olga le contó el m

e que la heredera del señor Vértiz vivía en secreto una relación lésb

omo era su amiga, para ayudarla había inventado que ellos tenían rela

ue él y siempre quería estar dando ordenes

o pagar por sus chismes, ya que, aunque Olga le había dicho que nadie sabía quién había comenzado el rumor de que era le

eliz, pero te juro q

razón o sin ella, el chisme es lo que los alimenta y los hace se

ue no deja de darme

ldas… también para que valores a tus amistades… cuídate y suerte, recuerda que estas

y otra… tú también cuidate, vivimos

iempre encuentran algo con qué amargar

nto daño le causaban. Sobre todo, sabía que Olga tenía razón, hiciera lo que hiciera siempre habría

mente con su padre en la sala de la

o para dedicarme de lleno a mis caballos… los tengo muy abandonados y… aprovechar el

tu buen juicio —le respondió don Ernesto Vértiz con su voz profunda y calmada viéndola fijamente a los ojos con una

reguntó ella c

n torno a mi hija…? Además, me habías dicho que en esta

que hacerlo así o de otra manera me voy

ro verte feliz, estes donde estes y con quien estes, no importa nada si así estas tranqu

as personas que me conocen cuando vuelva a frecuentarlas, seguramente en algunas miradas habrá lástima, otras me ve

las necesitan, tus enemigos no las van a creer y los estúpidos ni siquiera la

vivimos en un

aña más con su absurda moral de lo que podría ayudar si no fuera

te haces tranzas o está

que no has luchado lo suficiente para s

uramente estas operada y eres una ped

os demás, deberías irte a una isla d

muerto de hambre, si

ntran fallas y defecto

xiones sobre las palabras de Jalil Gibran

as riquezas de las multitudes; ni me contentaría con co

a mi vida en esta tierra sea po

i corazón y me revelan el secr

me acerca a

que me unen a l

mboliza la dicha

muerte feliz antes que

avorecidos no son sino desdichados, pero para mi espíritu los suspi

la, y al amanecer abre los labios para recibir los besos del S

s esperanza y logros y pa

raciman en los picos y los valles; y al enfrentar la brisa, cae sobre lo

a vida de reuniones y desped

nube por los valles de tristeza y las montañas de felicidad, hasta que enfrenta a la brisa de

res humanos con fallas que no aceptamos tan fácilmente l

r a tus enemigos… así que, si deseas alejarte de todo esto y buscar consuelo en tus caballos, sabes que eres libre de hacerl

todo el amor que sentía por él, y le dio un

tú y no sabes cuanto te quiero, ¿por qué no

o que mi amor siempre estará contigo, princesa, eres la luz de mis ojos, la fuerza de mi corazón y no hay nada que me

mis caballos, ellos sí son nobles y me comprenden,

as en su carro y emprendió el viaje hacia la hacienda que t

o años, sí, ya habían pasado dos años y desde el día que dejó la casa de la ciudad, una

ítu

e el noble bruto podía, con gran experiencia y habilidad, la bella amazona guiaba las ri

las riendas del hermoso animal, mostrando sus dotes naturales de amazona consumada, de esa manera cruzaba, s

ntó con un ágil brinco, justo en el momento en que uno de los mozos de la cuadra se acercaba a ell

potro a las caballerizas para atenderlo

ió los escalones de dos en dos rumbo a las habitaciones, y después, cruzando un alfombrado pasillo que amortigua

lamar o entrar directa-mente, estaba tan

a puerta, la cual no tenía puesto

numbras, así que tardó un poco en adaptarse

udos y entrelazados que yacían sobre la cama, acariciándose y

la hermosa amazona, que apretó los puños con sincera indign

ando su tensión y avanzando hacia la cama con reso

r a verla con genuina sorpresa, Elena, barrió con una mirada cínica y furios

e cubrir su desnudes, con la sábana de la cama,

carácter de Amanda y sabía de los extremos a los

estaban clavados en el desdeñoso rostro de Elena Contreras, quién altiva le sostenía la mir

nía y coraje, Elena, sin dejar de verla, mostrando con total descaro sus hermosas formas desnudas al s

ue traigas a tus... "amiguitos". Así que vístete y despídelo ya, qui

s, ¡Es mi amante! Y se irá hasta que yo q

tía que la barbilla le temblaba de la ira que invadía todo su cuerpo, incluso estuvo a punto de

iempo, regresaré por ti y te juro que no tendré tanta paciencia como la estoy teniendo ahorita —dijo sin titubear, y s

ma no acudiría a la cita en el plazo que le diera, por lo que esperar

ropa casi con violencia. Se sentía asquead

de dos horas, más no era el sudor lo que le causaba esa sensa-ción

ón de aquella impúdica manera resulto degradante para ambas. No podía concebir que una m

pudiera hacer ese tipo de cosas, y sobre todo ¡En s

den y cubren su oficio con un nombre falso, tienen

ba su liberal forma

podía observarse por todos los ángulos, ya que la luna tenía dos hojas que se

tractivo físico y viéndose ahora, lo compro

atural, bella de los pies a la cabeza y l

nchas, firmes, carnosas. Sus piernas raya¬ban en la perfección, torneadas y esbeltas. Todo su cuerpo

que sus rasgos eran tiernos y dulces, no podían ocu

emociones con claridad. Su boca, pequeña de labios carnosos y b

ue su leonada cabellera de cabellos castaños y ondulados, le

mucho miedo de sufrir una decepción más que la dañara y lastimara sus sentimientos más profu

era a la mujer a la que pretendían conquis¬tar, sino, a la inmensa fortuna

s menos atractivos. No faltaron los que contaban con su propia fortu¬na personal, y por supuesto, los que a base de en

colmaron de regalos y atenciones. En todos, siempre vio el int

r, o a sentir cariño por su persona, ni le interesaba

renderla en su sentir. En su mente fría y calculadora, analizaba que, si

o le permitía comprender, la actitud descarada y vulgar de su prima, la cual, siempre andaba persiguiendo a los hombres, ofre

ya que no concebía que una mujer que se respetara pudiera llegar a tales extremos, por

uras. Bien podía vivir las aventuras sexuales que quisiera si lo hacía con discreción, evitando dar paso a las murmura

uarto de baño. Con exactitud fue templando el vital líqui

ente, soportando el helado fluido sobre su ser por un

íquido se fue calentando tanto, que su piel se enrojeció notabl

do de un extremo al otro con el agua, era una costumbre que había adquirido, para prepararse an

adera y con una nívea y afelpada toalla, se secó,

plicarse crema hidratante en toda la piel, con esmero y

tima vez, ya había terminado de arreglarse y ahora ya

o, lo más seguro era que terminarían discutiendo como de c

rlo en los negocios, tal como lo había sido siempre, sin importar

Elena no le quedará otro remedio que aceptar sus condiciones o mar¬charse de aquella casa

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