entre las costillas, salté por sobre su cabeza para aterrizar en su espald
días. No me tomó más de diez minutos dejarlos secos y tirados en el suelo. Supuse que por el hecho de haberme alimentado recién era que sentía que ha
nte» mientras que a cada segundo me sentía más y más déb
pero había otra voz que me decía que debía quedarme y averiguar qué era lo que estaba quitándome la fortaleza y energía de mi cu
cticamente no podía controlar mi cuerpo, me sentía como si me hubiese inyectado litros de tranqu
—oí un chilli
lo visto, ella no quiso aceptar mi buena obra y prefirió
ntó llegando a mi lado y pas
tacto
uñí entre
dejarte aquí así cua
ña boba! —Le espet
albuceó a
aber cómo logré hacerlo
se alejaba me di cuenta que también lo hacía una nube de fragancia a lav
vez? Podría ser un vampiro sanguinario, pero no era un glotón. Tres personas por una noche me eran más que suficientes y m
amé una vez más, haciendo que ex
lamentaría eternamente por no haberlo hecho yo. Su aroma era cálido y dulce, invitador y tentador, tierno y juvenil. Aún quedaban restos en el aire de esa
do de su mundo. Aún la extrañaba como condenado y recordarla con tanto detalle, con su piel tersa y pálida decorada con tiernas pecas en los pómulos elevados que encajaban tan bien en el conjunto de rasgos armónicos de s
backs que hacía mi mente. Subí de mala manera hasta mi cuarto, más valía que soñara c
latía en promedio unas ochenta veces por minuto, el mío, con suerte latía unas vente veces por minutos. Sí, su ritmo era muy lento y eso se debía a que nuestra sangre, así como nuestras células, mutaban con el veneno de los colmillos de un vampiro al morder a su víctima, de esa forma, la densidad y viscosida
ahorraría varios malos ratos. Sobre todo cuando a mi cab
empo de correr a un lado el acolchado negro de seda que cubría mi lecho, sobre éste mism