* * * * * * *
* * Lorey * *
omento, lo único que sabía era que me había quedado dormida en una mala posición sobre este
ero qué hora será —agrego adormilada mientras procedo a tallarme
o totalmente absorta ante
uncio al caminar hacia mis ventanas—. Esto no… ¡Ah! —me quejo al abrir mis cortinas y, por insti
que esta era demasiado fuerte estaba ocasionando que mi dolor de cabez
orma repentina al empezar a busca
nto intranquila al empezar a caminar hacia n
a la segunda planta y empezar a caminar hacia nuestro dormitorio—. Jake, amor —digo al abrir la puerta, pero no lo veo por n
ro baño y abrir la puerta de este; sin e
po en que decido salir de la habita
eléfono para poder marcarle nuevamente, pero este s
sta alguna— Una vez más, una vez más —me digo nerviosa—. Él va a contestar; tiene que contestar —determino;
y tomar mi cartera con mis llaves de la casa y del auto para así, salir en busca de mi esposo. Y no era por querer controlarlo (como alegaba
i abrigo para salir, de inmediato, de mi casa. Estoy abriendo la puerta cuando, de forma sorpresiva, suena el teléfono de l
con suma preocupación) ni bien term
de mi esposo; y ello me
a mi cuerpo—. Estaba muy preocupada por ti —le digo al tiempo
ucho trabajo, Lorey, y apagué el celular para que
pero, al menos, me hubieras enviado un
adusto; y aquello no me gustó—. Por favor, no quiero reclamos sobre eso ahora —me pide—. Tengo
… yo
es otra vez; ahora no —señala cansado
te espero —le preciso—. ¿Hoy llegarás
nía razón —manifiest
, J
e molestando
reocupada por ti y creí que él podría darme razón alg
és molestando a Charles,
ak
a tu entera disposición solo para que te informe sobre
mando nada, Jake —con
ece, Lorey —refuta al
más seria—. ¿Acaso no puedes entenderme un
que deja de estar molestando a Charles y su familia —señala fastidiado—. Porque él sí
tiono como para cambiar de tema
no sé a qué hora regrese a la casa hoy; me qu
to; y lo oigo bufar al otro lado
ra vez
incrédula— ayer
te dije que hablarí
cionada por saber que Jake (hasta ahora) ni si
debo empezar a trabajar —indica—. Cosa que tú no sabes hacer —aclara antes
seguía encendido y reproduciendo canciones. En este momento; por ejemplo, las notas de “This woman needs” de SHeDAISY (una cantante que acababa de descubrir hace muy poco) estaban llenando el compartimento de la casa, que había decorado con mucho esmero, para
lgia al mirar la mesa de nuestra sa
as caras; así que, prácticamente, me había gastado una buena parte de lo que había ahorrado durante el mes). Sigo repasando la mesa y poso mis ojos sobre el álbum de fotos que había preparado para él como obsequio de nuestro tercer aniversario de b
da (recuerdo haberlo estado esperando hasta las 11 y luego, el sueño me venció). Ya sentada en mi mueble, me recuesto en su respaldar, pongo el álbum a un lado (por u
asó», me recuerda
n mis propias manos, ya que quería que fuera especial para Jake, creí que este podría ayudarnos, al menos un poco, a revivir los momentos felices que habíamos pasado desde q
su mayoría, correspondían a cuando éramos enamorados y, al darme cuenta de ese detalle, no puedo evitar quebrarme un
spués, ya no soportar más y echarme a llorar desconsoladamente mientras continúo
ltados de unos exámenes que me realicé y los cuales Jake también vio. Lo que pensamos sería un gran y maravilloso paso en nuestras vidas, el cual imaginé que estaría lleno de felicidad (considerando, o
ogresivamente, me iba si
mucho
vo a recalcar, pero, en esta ocasión, ya no tengo las agallas suficientes para seguir viendo aquel álbum; así que lo
qué —sigo articulando entre lágrimas al empezar a echarme sobre el sofá con el álbum de fotos en mis brazos—. ¿Por qué, Jake? —le pregunto al continuar sollozando— ¿Por qué? —agrego una ve
… (la cual conocimos el mismo día de la celebración de n
mí como para Jake, pero más p
a descenden
leto destrozada, en voz al
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lorado y la cabeza empezaba a dolerme muy fuerte. Aparte, me había terminado la b
pronto al tratar de lev
dad que me quedaba, tiro el álbum de fotos
r a caminar tambaleante hacia donde estaba mi teléfono, ya
de inmediato y empiezo a marcar el núme
abeza— Ya no debo gritar…, ya no… no debo, no, no debo gritar —hablo como puedo—. ¿Qué iba a hacer? —me pregunto de pronto al fruncir mi ceño y al ver el teléfono que estab
uena —escucho s
—le digo si
o—. ¿Estás bien, Lorey? —cuestiona un tanto preocupada— Tu voz suena relativamente
o al ruido del estéreo, el cual estaba v
le digo un poco fuerte al
a con mayor preoc
e vino muuuy cara —me r
—susurra
digo al ponerme seria—.
asunto es… ¿por qué? —menciona; y, cuando dice
tus servicios de abogada —le digo, finalmente, y la
é más botellas de alcohol —precisa; y yo sonrío al darme cuenta de
le digo mu
ndo —precisa; y despu
servicios de abogada; sin embargo, no fue así… y eso… se lo agradecía, ya que no tenía ganas de ce
l cual marcaba las 12 y 30 de la tarde—. Tal vez, deba