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Delirium: ¿ Amor, obsesión o locura?

Delirium: ¿ Amor, obsesión o locura?

5.0
28 Capítulo
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Forzada a cambiar su nombre, a dejar atrás todo lo que alguna vez conoció para escapar la obsesión enfermiza de un hombre muy peligroso, Zafiro, acaba en los brazos de quién piensa podría salvarla del miedo eterno en el que vive. Pero la línea entre el amor y la locura es más delgada de lo que jamás se atrevió a pensar y con el pasado pisándole los talones y el presente transformándose en una pesadilla lúcida, lucha para distinguir la manera de escapar de los hombres que la llaman "suya".

Capítulo 1 Máscaras forzadas

—Ayúdame dios mío. — ruega mirándose al espejo.

El reflejo empañado le devuelve una mirada fría y destrozada. Dónde no hay ni un ápice de esperanza, solo miedo y tristeza.

— ¡Que diablos haces allá adentro! — regresa aquit de una puta vez.! — vocifera la bestia que la espera en la cama .

De pie desde la puerta del baño lo mira acariciarse la entrepierna con ojos lujuriosos.

— ¿ Estás listo cariño ?

— ¿ Qué acaso no sabes como funciona este negocio ?

— Es mi primera vez. — ella baja la vista al suelo.

— ¿ Cómo te llamas ? — le extiende la mano.

— Zafiro. — contesta ella y la toma con desconfianza.

— Déjame que te cuente Zafiro. — la jala bruscamente hacia la cama. — Durante la próxima hora eres mía para hacer lo que yo quiera. No existen demoras o conversaciones innecesarias. Debes ser complaciente y estar dispuesta a concederme cada uno de mis caprichos.

— Por supuesto. — tragó en seco.

— Acuéstate boca abajo. — le ordenó desabrochándose el cinturón.

Ella obedeció sintiendo como temblaba su carne desde adentro.

Las manos callosas acariciaron sus piernas.

— Es casi como si fueras virgen… — murmuró él, salivando cómo un animal salvaje.

El dolor de las embestidas la hacía querer gritar, pero no lo hizo. Ocultó las lágrimas en las sábanas rojas y soportó hasta que lo sintió caer a su lado jadeando.

— Le diré a tu matrona que no eres buena para este oficio, estás tan rígida cómo un trozo de madera.

— Pero …

— ¡Cállate! — le gritó y se puso de pie para empezar a vestirse. — Me quedan aun veinte minutos así que no me tientes. No pienso pagar por ti… perra.

— No, no es justo .— protestó Zafiro, sentándose en la cama con dolor.

El calor de una cachetada, la hizo caer de espaldas en la cama.

— Nada en la vida es justo, estás muy buena pero era fría como un hielo y no te he disfrutado. Mejor dedícate a otra cosa perra inútil. — concluyó esculpiéndola y cerró de un tirón la puerta de la habitación.

Zafiro se cubrió los ojos, llorando a Lágrima viva. Solo cuando escuchó la puerta abrirse de nuevo se percató de que lo peor estaba por llegar.

La noche aún era joven y su jornada no había terminado. Se compuso como pudo y al levantar la vista encontró frente a ella a un hombre mayor, con un impecable traje oscuro.

— Buenas noches. — le dijo. — Mi nombre es Lorenzo Rossi. —

— Buenas noches señor Rossi. Yo soy Zafiro.

— He de decir que no me mintieron al contarme que la chica nueva era muy hermosa. — se acercó y la tomó por la barbilla.

— Mira esos ojos azules… y esa boca perfecta. — le pasó un dedo por los labios.

— Muchas gracias, es usted muy amable.

— ¿Por que llorabas?

— No se preocupe por eso, esta hora es solo suya… no hay lugar para preocupaciones, ni tristezas. — Zafiro bajó su bragueta.

— ¿ Cómo llegaste aquí? — preguntó él apartando sus manos.

— Eso no es importante. — rebatió ella.

— Lo es para mí…pareces muy diferente al resto de las chicas en este antro. Has dicho bien... esta es mi hora y con ella haré lo que me venga en gana Así que contéstame,¿ quién eres y qué haces aquí?

Antes de comenzar la noche la matrona le había advertido que diferentes hombres podrían querer diferentes cosas. Algunos buscaban sexo y otros solo la más efímeras de las compañías. Así que Zafiro agradeció y contestó con una sonrisa esperando no tener que entregar su piel a aquel hombre.

— Soy estudiante de medicina. He tomado este trabajo porque mi madre está enferma.

— ¿ Qué tan enferma?

— Muy, ya los médicos no pueden hacer nada más por ella y los tratamientos son muy costosos.

— ¿ Y tú padre?

— Murió hace poco tiempo y ahora solo somos ella y yo.

— Creo qué he visto salir antes de aquí a André.

— No supe nunca su nombre...

— Un tipo alto, corpulento muy agresivo y maleducado.

— Sí, ese era él.

— ¿ Por qué ponerte en manos de alguien así?, búscate otro trabajo pequeña.

Volvió la espalda par salir de la habitación.

— Espere... por favor. — Zafiro lo tomó del brazo.

Cuando se giró la tenía enfrente. Desnuda, y con los labios apenas a un centímetro de los suyos.

— No tengo mucho tiempo y nada me paga lo suficiente. Necesito este trabajo para poder cuidar de ella. — le devolvió la misma caricia, pasando el dedo por sus labios.

— Eres hermosa…— el italiano olvidó razones y la apretó por la cintura. Acariciando su piel tierna.

Más de una hora pasó pero nadie vino a interrumpirlos y aunque el hombre fue muy tierno, Zafiro sentía que estaba a punto de vomitar con cada caricia que le regalaba.

— Debo decir. — murmuró. — que las mujeres nunca han sido problema para mí, pero ni siquiera con mi difunta esposa he encontrado tanto placer como con estas horas entre tus piernas. —

— Me halaga usted… — contestó Zafiro conteniendo el llanto.

— Se que nos separan más de treinta años pero cada vez que me dices usted se convierten en cien. —

— Perdón… — balbuceó Zafiro.

— Me gustaría proponerte un trato. — le dijo sacando de la chaqueta que había dejado al borde de la.cama, un fajo de billetes.

— Lo que sea. — contestó Zafiro desesperada al ver el dinero.

— Pero primero debes ser consciente de que un trato conmigo es de por vida. Soy un hombre de gran poder y poseo muchas influencias, si piensas en traicionarme no llegarás muy lejos. —

Zafiro sonrió.

— ¿ Acaso eres un criminal peligroso? — bromeó.

Lorenzo no sonrió.

— Algunos podrían llamarme así. Yo me veo como un hombre de negocios, que sabe muy bien lo que quiere, y he decidido que te quiero a ti.

Le acercó el dinero, dejando el rollo entre sus muslos. Zafiro lo tomó temerosa, sin saber si la suerte le acababa de entregar una bendición o un castigo muy peligroso.

— A partir de esta noche me perteneces. — dijo él poniéndose la camisa. — Nos veremos cada semana en esta misma habitación y tienes prohibido el contacto con cualquier otro hombre, dentro o fuera de aquí. — sus ojos chisporroteaban con locura y Zafiro sintió miedo.

— Pero mi jefa…

Lorenzo se le acercó poniendo una rodilla en la cama y la agarró por el cuello.

— Tu jefe soy yo… y si algún día piensas en desobedecerme destruiré todo lo que amas… no será difícil encontrarte. —

Zafiro apretó el dinero entre sus manos.

— Pero eres una buena chica y no querrías que nada malo pasará, así que estaremos bien. — concluyó plantándole un beso en los labios.

—Mañana tendré una sorpresa para ti. No llegues tarde. — Le dijo poniéndose la chaqueta en cuyo interior Zafiro divisó el inconfundible mango de un revólver plateado.

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