- ¿ Estás listo cariño ?
- ¿ Qué acaso no sabes como funciona este negocio ?
- Es mi primera vez. - ella baja la vista al suelo.
- ¿ Cómo te llamas ? - le extiende la mano.
- Zafiro. - contesta ella y la toma con desconfianza.
- Déjame que te cuente Zafiro. - la jala bruscamente hacia la cama. - Durante la próxima hora eres mía para hacer lo que yo quiera. No existen demoras o conversaciones innecesarias. Debes ser complaciente y estar dispuesta a concederme cada uno de mis caprichos.
- Por supuesto. - tragó en seco.
- Acuéstate boca abajo. - le ordenó desabrochándose el cinturón.
Ella obedeció sintiendo como temblaba su carne desde adentro.
Las manos callosas acariciaron sus piernas.
- Es casi como si fueras virgen... - murmuró él, salivando cómo un animal salvaje.
El dolor de las embestidas la hacía querer gritar, pero no lo hizo. Ocultó las lágrimas en las sábanas rojas y soportó hasta que lo sintió caer a su lado jadeando.
- Le diré a tu matrona que no eres buena para este oficio, estás tan rígida cómo un trozo de madera.
- Pero ...
- ¡Cállate! - le gritó y se puso de pie para empezar a vestirse. - Me quedan aun veinte minutos así que no me tientes. No pienso pagar por ti... perra.
- No, no es justo .- protestó Zafiro, sentándose en la cama con dolor.
El calor de una cachetada, la hizo caer de espaldas en la cama.
- Nada en la vida es justo, estás muy buena pero era fría como un hielo y no te he disfrutado. Mejor dedícate a otra cosa perra inútil. - concluyó esculpiéndola y cerró de un tirón la puerta de la habitación.
Zafiro se cubrió los ojos, llorando a Lágrima viva. Solo cuando escuchó la puerta abrirse de nuevo se percató de que lo peor estaba por llegar.
La noche aún era joven y su jornada no había terminado. Se compuso como pudo y al levantar la vista encontró frente a ella a un hombre mayor, con un impecable traje oscuro.
- Buenas noches. - le dijo. - Mi nombre es Lorenzo Rossi. -
- Buenas noches señor Rossi. Yo soy Zafiro.
- He de decir que no me mintieron al contarme que la chica nueva era muy hermosa. - se acercó y la tomó por la barbilla.
- Mira esos ojos azules... y esa boca perfecta. - le pasó un dedo por los labios.
- Muchas gracias, es usted muy amable.
- ¿Por que llorabas?
- No se preocupe por eso, esta hora es solo suya... no hay lugar para preocupaciones, ni tristezas. - Zafiro bajó su bragueta.
- ¿ Cómo llegaste aquí? - preguntó él apartando sus manos.
- Eso no es importante. - rebatió ella.
- Lo es para mí...pareces muy diferente al resto de las chicas en este antro. Has dicho bien... esta es mi hora y con ella haré lo que me venga en gana Así que contéstame,¿ quién eres y qué haces aquí?
Antes de comenzar la noche la matrona le había advertido que diferentes hombres podrían querer diferentes cosas. Algunos buscaban sexo y otros solo la más efímeras de las compañías. Así que Zafiro agradeció y contestó con una sonrisa esperando no tener que entregar su piel a aquel hombre.
- Soy estudiante de medicina. He tomado este trabajo porque mi madre está enferma.
- ¿ Qué tan enferma?
- Muy, ya los médicos no pueden hacer nada más por ella y los tratamientos son muy costosos.
- ¿ Y tú padre?
- Murió hace poco tiempo y ahora solo somos ella y yo.
- Creo qué he visto salir antes de aquí a André.
- No supe nunca su nombre...
- Un tipo alto, corpulento muy agresivo y maleducado.
- Sí, ese era él.
- ¿ Por qué ponerte en manos de alguien así?, búscate otro trabajo pequeña.
Volvió la espalda par salir de la habitación.
- Espere... por favor. - Zafiro lo tomó del brazo.
Cuando se giró la tenía enfrente. Desnuda, y con los labios apenas a un centímetro de los suyos.
- No tengo mucho tiempo y nada me paga lo suficiente. Necesito este trabajo para poder cuidar de ella. - le devolvió la misma caricia, pasando el dedo por sus labios.
- Eres hermosa...- el italiano olvidó razones y la apretó por la cintura. Acariciando su piel tierna.
Más de una hora pasó pero nadie vino a interrumpirlos y aunque el hombre fue muy tierno, Zafiro sentía que estaba a punto de vomitar con cada caricia que le regalaba.
- Debo decir. - murmuró. - que las mujeres nunca han sido problema para mí, pero ni siquiera con mi difunta esposa he encontrado tanto placer como con estas horas entre tus piernas. -
- Me halaga usted... - contestó Zafiro conteniendo el llanto.
- Se que nos separan más de treinta años pero cada vez que me dices usted se convierten en cien. -
- Perdón... - balbuceó Zafiro.
- Me gustaría proponerte un trato. - le dijo sacando de la chaqueta que había dejado al borde de la.cama, un fajo de billetes.
- Lo que sea. - contestó Zafiro desesperada al ver el dinero.
- Pero primero debes ser consciente de que un trato conmigo es de por vida. Soy un hombre de gran poder y poseo muchas influencias, si piensas en traicionarme no llegarás muy lejos. -
Zafiro sonrió.
- ¿ Acaso eres un criminal peligroso? - bromeó.
Lorenzo no sonrió.
- Algunos podrían llamarme así. Yo me veo como un hombre de negocios, que sabe muy bien lo que quiere, y he decidido que te quiero a ti.
Le acercó el dinero, dejando el rollo entre sus muslos. Zafiro lo tomó temerosa, sin saber si la suerte le acababa de entregar una bendición o un castigo muy peligroso.
- A partir de esta noche me perteneces. - dijo él poniéndose la camisa. - Nos veremos cada semana en esta misma habitación y tienes prohibido el contacto con cualquier otro hombre, dentro o fuera de aquí. - sus ojos chisporroteaban con locura y Zafiro sintió miedo.
- Pero mi jefa...
Lorenzo se le acercó poniendo una rodilla en la cama y la agarró por el cuello.
- Tu jefe soy yo... y si algún día piensas en desobedecerme destruiré todo lo que amas... no será difícil encontrarte. -
Zafiro apretó el dinero entre sus manos.
- Pero eres una buena chica y no querrías que nada malo pasará, así que estaremos bien. - concluyó plantándole un beso en los labios.
-Mañana tendré una sorpresa para ti. No llegues tarde. - Le dijo poniéndose la chaqueta en cuyo interior Zafiro divisó el inconfundible mango de un revólver plateado.