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Sin miedo Contratémonos

Sin miedo Contratémonos

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Jamás me imaginé que el que creía el día más hermoso y feliz de mi vida, se convirtiera en una terrible e infernal pesadilla. Verme entrando a aquella iglesia vacía, fue la cosa más malvada que te puedan hacer. ¿Quién pudo enviarme a un lugar desolado como aquel mientras alguien intentaba casarse con mi novio, en lo que sería mi boda de ensueños? Y no solo eso, ¿quien cerró la puerta y prendió fuego al lugar conmigo dentro? Desde ese momento no confío en nadie. Ese día perdí al único hombre que he amado y amaré. No descansaré hasta encontrar a los culpables. Aunque mi querido padre me la ponga difícil, sobre todo ahora, que se ha empeñado en casarme o no dejará que siga llevando las riendas de mi fortuna. Es por ello que hago esto. ¿Casarme? De acuerdo. ¿Amar? Eso es otra cosa. ¡Jamás volveré a entregar mi corazón a nadie! Para mí la vida se reduce en dos cosas. Poder y dinero, lo demás no importa. No puedo prescindir de ninguno de los dos porque los necesito para mi venganza. Por eso, he contratado a un esposo. Lo que no siempre las cosas salen como uno las planeas y en mi caso, me di cuenta demasiado tarde...

Capítulo 1 ¿PODRÍAS CASARTE CONMIGO

Al fin en ansiado día había llegado, uniría mi vida con el hombre de mis sueños, el primero y al único que había amado. Nada de lo que sucedía a mi alrededor tenía importancia, contrario a lo que siempre disponía, en mi manía de organización. Hoy mi pensamiento estaba al lado de mi gran amor. Por esto cuando tuve que montar sola en la limusina que me llevaría a sus brazos, no encontré nada raro en ello. Lo hice con trabajo, pero inmensamente feliz.

Me parecía estar viviendo un cuento de hadas, donde la princesa encuentra a su príncipe disfrazado y son felices. Sonreía como una tonta mirando las fotos de ambos en mi teléfono, hasta que la voz del chofer me despertó.

—Es aquí, señorita —me informó deteniéndose.

Miré hacía afuera incrédula de no ver a nadie esperando por mí. Descendí ayudada por el chofer, aún sin que nadie apareciera a ayudarme o recibirme. No obstante, me llené de valor, subí las escaleras y al abrirse las puertas.

¡Estaba vacía!

¡Sí, como lo oyen, no existía un alma y hasta parecía abandonada!

¡Nadie me esperaba en la iglesia!

Y ese fue el inicio de toda mi desgracia. Sé que muchas piensan que el amor ideal, ese con que todas soñamos no existe. Les digo que no es verdad, ¡sí existe! Yo lo encontré cuando tenía dieciocho años. Había ido a estudiar al extranjero, específicamente en Cambridge, Massachusetts, Estados Unidos. La mejor escuela que encontré, Harvard, para hacer mi carrera de administración de empresas y poder manejar la enorme fortuna que me había sido heredada. Y lo hice de incógnito, lo cual me permitió tener una vida como una persona normal. Nadie me vigilaba, ni me perseguía, vivía como deseaba. Me acompañaba Viviana, mi mejor y única amiga, es hija de mi nana. Obligué a mi padre a pagarle los estudios para que me acompañara en todo. Y no me arrepiento, porque ella es muy inteligente y buena en lo que hace.

A la semana de llegar me encontré en la biblioteca con Hugo. Un joven que usaba grandes espejuelos y parecía más bien un ermitaño, nunca se peinaba, ni afeitaba. Usaba aquellas raras ropas, pero que como a mí, le gustaba estudiar, y eso hizo que olvidara todos los demás defectos. Me senté a su lado al ver que su mesa estaba vacía, y sin dirigirnos la palabra jamás, estudiamos todo un semestre así. Y a pesar de que no hablábamos, creamos una complicidad entre los dos, y nos ayudábamos mutuamente en silencio porque estudiábamos lo mismo. Hasta que una noche en que nos habíamos quedado hasta muy tarde, al salir para ir para mi apartamento dentro de la escuela, estaba muy oscuro y me dio un poco de miedo. Él pareció notarlo y caminó a mi lado en silencio. Al llegar e ir a darle las gracias, sencillamente me besó y me dijo.

—¿Podrías casarte conmigo?

—¿Eh?

—¿Qué si podrías casarte conmigo? —repitió su pregunta

No sabía que responder a aquello, su beso en verdad me había removido completamente. ¡Era mi primer beso! Él seguía mirándome fijo en espera de una respuesta y sin más le dije.

—Sí.

—De acuerdo, lo haremos en las vacaciones.

—¿En las vacaciones? ¡Esa es la otra semana! Además, viene mi papá con su esposa y su hija.

—¿Tienes una hermana?

—No, es hija de la esposa de mi papá, no es mi hermana.

—Entiendo, también viene la mía, es por ello que te estoy pidiendo que te cases conmigo. No quiero que me impongan una esposa.

—De acuerdo.

Sin embargo, no lo pudimos hacer, por una fuerte tormenta de nieve que se desató, y nuestras familias no fueron. Seguimos entonces siendo novios, y nos enamoramos perdidamente. Estábamos hechos el uno para el otro. Lo único era que solo conocía mi nombre, no mi apellido ni a qué familia pertenecía y mucho menos que era inmensamente rica.

—Hugo, debo decirte algo antes de mañana.

Le pedí el día antes de nuestra boda. La cual habíamos estado de acuerdo en realizarla en una iglesia pequeña con pocos invitados. De mi parte, mi padre, la bruja de su mujer con la artificial Valeria. De su parte, un abuelo y un hermano mayor. De ambas partes existía un misterio relacionado con ese punto. Nos amábamos, pero no conversamos jamás sobre quienes éramos en realidad.

Yo no lo hacía porque temía que al enterarse quien era, me dijera que no éramos de la misma clase y me dejara. Él se veía que era muy pobre y orgulloso. ¿Y si me deja en la iglesia cuando sepa quien soy? Era la pregunta que tenía con miedo en mi mente todo el tiempo, por ello me decidí a confesarle la verdad antes.

—Es sobre mi familia y quien soy —expliqué al ver como se había quedado mirándome en silencio.

—Yo también tengo que confesarte algo sobre lo mismo —me respondió muy serio— lo haremos en nuestra luna de miel. No importa quienes seamos, estamos enamorados y nos amamos por nosotros. ¿Verdad?

—Sí, sí, te amo sin importar quien seas, eso no va a cambiar. Solo que pensé que mejor te lo decía hoy, pero si prefieres esperar, por mí no hay problemas. Una pregunta, ¿leíste los papeles de la boda?

—No, lo hizo el abogado.

—Ah, no hay problemas.

Y eso fue, lo otro que recuerdo es que cuando llegó la limusina en que debía arribar a mi boda, mi papá no llegó para acompañarme. En su lugar me mandó un mensaje diciendo que me esperaba allá, porque su auto se había roto. Luego, cuando me dejó frente a la iglesia me sorprendí. Es cierto que no había ido a ver nada, pero no recordaba que mi amiga me hubiese dicho que estaba allí. No obstante, me llené de valor, subí las escaleras y al abrirse las puertas. ¡Estaba vacía! ¡Sí, como lo oyen, no existía un alma y hasta parecía abandonada!

Incrédula avancé, todavía dudando de que el chofer se hubiera equivocado de iglesia. Cuando de pronto, la puerta se cerró con un gran sonido y el humo del fuego comenzó a inundarlo todo. La horrible pesadilla que siguió, aún no puedo recordarla con claridad, ya he dejado de intentar hacerlo.

Y aunque nadie me cree, mi Hugo ese día perdió la vida después de salvarme. Lo vi con claridad, él saltó por una ventana, rompió mi vestido que había comenzado a quemarse junto conmigo y me arrastró hasta la puerta la cual no podía abrir, me pidió que lo esperara que iba por algo para romperla. Pero no volvió, el techo colapsó y Viviana al fin me había encontrado, abrió la puerta que estaba cerrada de afuera y me salvó.

De eso ya ha pasado un tiempo, me quedaron grandes secuelas de las quemaduras, tuve que realizar muchas operaciones y todavía sufro de ello. Y ahora estoy aquí, tratando de complacer a papá, para que me deje tranquila. Para él, yo escapé de mi boda y me escondí por muchos años. No sabe nada de lo que me pasó, solo que Hugo se retiró de la boda al descubrir de alguna manera que la que estaba debajo de aquel velo no era yo, sino mi hermanastra. Y me encontró como mismo hizo Viviana, por las llamadas que le había realizado diciéndole dónde estaba y lo que me habían hecho.

No sé por qué hoy me ha dado por pensar en eso. El teléfono suena insistentemente, hasta que al fin me levanto de un sillón en el balcón de una suite en un hotel de lujo, tanteo hasta llegar al aparato y lo respondo.

—Hola.

—¿Trinidad Muñoz?

—La misma, ¿quién la procura?

—Ja, ja, ja..., ¿creíste que sería tan estúpido de casarme contigo? ¿Se te olvidó cómo me rechazaste todas las veces que te pedí salir contigo?

— ¿Quién habla? Está equivocado de número.

—Soy Esteban.

—¿Esteban…? ¿Qué Esteban? No conozco a nadie con ese nombre

—¡Eres una mujer despreciable que se merece todos los bochornos del mundo! ¿Cómo te atreves a hacerte la que no me conoces? ¡Soy Esteban Duarte, el prometido que escogió tu secretaria para casarse hoy contigo! Ja, ja, ja..., ¡estaré en primera fila mirando como seas dejada en el altar! ¿Creen que no me enteré lo que eres? ¡Una mujer miserable!

—¡Oye! ¿Quién te has creído que eres? ¡A mí lo que se me sobran son pretendientes, estúpido!

—¡Solo en tus sueños! ¡Porque si eso fuera verdad, no estuviera tu asistente haciendo entrevistas para buscarte un marido! ¡Eres una mujer de poca ética y desvergonzada!

—¡No sé quién diablos te crees que soy! ¡No te conozco, y para tu conocimiento, mi prometido está ahora mismo aquí a mi lado! ¡Así que te hicieron una buena broma a mi costa, imbécil!

Cuelgo molesta, y camino despacio hasta dónde mi amiga y mejor amiga Viviana, acaba de entrar a la habitación hablando por teléfono con alguien.

—¿Todo listo? —pregunto— ¡Viví…! —le grito a mi amiga al ella no responder

—Espera Trini, ¡te dije que esto así no iba a funcionar!

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