Instalar APP HOT
Inicio / Romance / Silueta Mortal
Silueta Mortal

Silueta Mortal

5.0
5 Capítulo
36 Vistas
Leer ahora

Acerca de

Contenido

La traición me despojó de todo lo que una vez llamé mío: mi matrimonio, mi empresa, mi casa e incluso mi cordura. Pero la verdad no permanece oculta por mucho tiempo y la locura me transformó en una mujer nueva, en cuerpo y alma, dispuesta a vengarme de todos aquellos que creyeron acabar conmigo.

Capítulo 1 Maldita intuición

« Regresa, no mires atrás. Date la vuelta. , »

Luchaba, con todas sus fuerzas, contra el impulso frenético que la empujaba hacia adelante. La casa estaba en total oscuridad y solo algunos quejidos lejanos desgarraban el profundo silencio de la madrugada.

Que su viaje de negocios terminara antes, unido al presentimiento que se revolcaba en su estómago hacía ya muchos meses, dio lugar a una bomba de emociones imposible de controlar. Giró sobre sí misma, con un ágil movimiento,poco común en las torpes maneras de su corpulenta y gelatinosa figura. Se encaminó en dirección a la puerta abierta, las llaves tintineaban en sus manos temblorososas.

«Regresa, arranca el coche. No vuelvas. No necesitas saber.».

Salió al umbral, repitiéndose una y otra vez:

«Regresa, regresa…vete de aquí»

Se apoyó en el frío metal del coche,dejando escapar un suspiro cargado de amargura. El brillo de la Luna se reflejó en su alianza de bodas. Aquel guiño plateado fue suficiente. Volvió a la casa, subió la escalera, dominada por la intuición obsesiva. No había vuelta atrás.

El sonido lejano se transformó en gemidos inconfundibles. Abrió la puerta de golpe y sintió el sabor agridulce de saberse en lo cierto. Allí estaba ella, su esposa de tantos años; enterrada bajo un sudoroso cuerpo varonil.

— ¡Amy! ¡No! — el grito rebotó en la casa silenciosa.

«Regresa... vete…» murmuraba Amy entre dientes, apretando los puños con tal fuerza que el metal de las llaves se enterró en su carne. Las gotas de sangre caían al suelo desde su mano,pero ella no sentía dolor alguno.

—Perdóname, perdóname... — sollozó Sofía escapando de los brazos tatuados de aquel intruso.

— Sofía... ¿hay u...un hombre en mi cama... e...en mi cama? ¡Dime por qué hay un hombre en mi cama! — el susurró devino en grito según fue saliendo de su garganta.

Sofía hizo lo mejor que pudo para cubrir su cuerpo desnudo con una de las sábanas blancas. Él la observaba en silencio. Con enfermiza atención y sin una pizca de verguenza o lástima en su mirada, observaba como la mujer que minutosatrás poseía, se arrodillaba en la cama, rogando con las manos juntas.

— Amor, hablemos de esto… ha sido un error. Él no significa nada.

Una risilla sarcástica brotó de sus labios al oír la mentira. Amy lo miró a los ojos por primera vez y él le sonrió. La ira se desató en su interior.

Sofía la sujetó, mientras se abalanzaba, en su contra, mientras seguía riendo,ahora con estruendosas carcajadas, como si todo aquello fuera una gran broma. Reía, pero el odio ardía en sus ojos. Eran completos extraños, sin embargo, en ese instante parecían viejos enemigos.

— Escúchame, déjame explicarte...

— No tenemos nada más que hablar... hueles a colonia barata. — Amy la empujó de vuelta a la cama, liberándose de su agarre. — Haz tus maletas y márchate de mi casa. Quiero el divorcio.

— ¡Noo! — exclamó Sofía aterrada.

— Veamos cómo te las arreglas sin mi dinero. Te dejaré sin un centavo perra.

Conteniendo las lágrimas salió de la habitación. Nunca había sufrido una traición tan profunda y su mente confundida aún luchaba para aceptar la dolorosa verdad que por mucho tiempo sospechó.

Sofía la persiguió escaleras abajo forcejeando con ella para intentar detenerla.

— Escúchame, te lo ruego.

— No tengo nada más que decirte, cuando regrese no quiero que estés aquí.

— Espera, mírame a los ojos —. Rogó Sofía desesperada.

Amy accedió, y ella vio en su expresión, que no había vuelta atrás. Noquedaba en Amy, perdón para ella. Todo se había acabado. Antes de que pudiese decir ni una palabra, Amy sintió un empujón y se encontró cayendo, escaleras abajo, mientras su esposa la miraba, inmóvil desde la cima de las escaleras.

— ¿Dónde estoy? — Abrió los ojos despacio, dejando entrar la fría luz blanca.

Intentó moverse, pero una punzada aguda en su cabeza la obligó a recostarse de nuevo.

— Señora Malganis está en el hospital del condado —, contestó una voz femenina desde el fondo de la habitación.

Amy apenas podía abrir los ojos, y con cada sonido que llegaba a sus oídos el dolor se iba haciendo más y más profundo. Su mente era un caos y solo quería volver a dormir.

El calor de una mano sobre la suya la obligó a alzar la vista de nuevo. Tenía a su lado a un doctor que fruncía el ceño, alumbrando sus pupilas con un molesto haz de luz.

— ¿Amy? — El nombre no significaba nada para ella, aunque se lo seguían repitiendo.

— ¿Amy? ¿No me reconoces? —. Volvió a preguntar el doctor. Ella guardó silencio.

— Soy yo: Bernard, el médico de cabecera de tu familia. Traté a tu padre, durante toda su enfermedad y te he atendido desde que eras niña. Estoy listado como tu médico personal y contacto de emergencia.El hospital me ha llamado poco después de tu admisión.

Quiso hablar, pero las palabras se hicieron un nudo en su garganta. No sabía que decir, ni cómo afrontar el hecho de que no recordaba su propio nombre.

— Sufriste una horrible caída. ¿Lo recuerdas?

Ella negó con la cabeza. Las lágrimas saltaban de sus ojos, mientras rebuscaba en su mente alguna respuesta, y encontraba solo un vacío enorme.

— No te preocupes, todo irá regresando poco a poco...por ahora solo descansa. Lo más importante es que estés calmada. Hay alguien aquí, que estoy seguro te ayudará a recuperar todos esos recuerdos perdidos.

Abrió la puerta y Sofía entró despacio. Dio dos pasos, con la vista clavada en el suelo.

El doctor se acercó a ella y le dijo en voz baja:

— Cómo sospechábamos, de momento esta amnésica. Es normal debido al golpe. Más adelante haré algunos exámenes adicionales, pero mi suposición es que se trata de amnesia postraúmatica y debe ir recuperando la memoria paulatinamente. No te preocupes, pronto estará bien por completo — puso la mano en su hombro y le sonrió intentando reconfortarla. — Con paciencia y mucho amor pronto está como nueva, estoy seguro de ella. Las dejo a solas,tendrán mucho de que hablar.

Sofía levantó la mirada y descubrió sobre la cama a una Amy asustada y confundida.

— Amor mío... — Abrió los brazos caminando hacia ella, rebosante de confianza e inexplicable felicidad.

Amy no podía explicarlo, pero su voz le provocaba un horrible escalofrío.

— ¿ Q..quién eres?

— !No! !No por favor, no digas que no me recuerdas! — Sofía se llevó las manos al pecho,en un pésimo intento de fingir pesar . — Soy tu esposa, hemos estado casadas por diez años.

Amy negó con la cabeza. Ella se limpió las lágrimas imaginarias de las esquinas de sus ojos secos.

— No te preocupes cariño... estoy contigo amor mío. Nunca te dejaré sola, te llevaré a casa. Todo estará bien. He contratado alguien muy especial para que se ocupe de ti.

— Déjeme sola, por favor — Rogó Amy apretando los ojos y cerrando los puños en un espamo de dolor que recorrió toda su espina.

— ¡Oh Amy! Mi corazón se rompe al saber que has olvidado nuestra historia, pero no te preocupes yo me encargaré de que lo recuerdes todo. Cuidaré de ti, amor mío; en la suld y la enfermedad, justo como lo prometimos aquel día. ¿ De verdad no lo recuerdas?

Amy no respondió.

— No pasa nada, yo te lo recordaré todo. Estaré contigo a cada paso del camino y te guiaré de vuelta a nuestro amor. Te lo prometo.

Las lágrimas rodaron por las mejillas de Amy. Aquella promesa se le clavó en el pecho como una amenaza retorcida y el miedo la paralizó al sentir, en un beso húmedo, el roce de los labios en su frente.

— ! Diego! — Gritó Sofía, separándose del lecho.

Un hombre alto y fornido entró a la habitación.

— Buenos días señora Malganis, me alegro mucho de verla despierta — Dijo y le sonrió haciéndole un guiño.

Amy no conseguía dejar de mirarlo, percibía en él algo extrañamente familiar. Estaba vestido con un uniforme blanco, y alrededor de su cuello colgaba un estestoscopio; pero eran los tatuajes en su brazo lo que más llamaba su atención.

— ¿ Está lista para ir a casa?

Sofía se puso de pie a su lado y ambos sonrieron en macabra sintonía desde los pies de la cama.

Seguir leyendo
img Ver más comentarios en la APP
Instalar App
icon APP STORE
icon GOOGLE PLAY