ATENCIÓN
Este libro contiene actos de contenido sexual, escenas homosexuales y sexo violento explícito. Si es mucho para ti, para ya, busca otra cosa que leer. Y no denuncies, que no es porno.Si esto es definitivamente lo tuyo, toma asiento, ponte cómodo/a y busca una bebida, disfruta de las aventuras de Sweet Candy.
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- ¡Dios, Candy! - Exclamaba el hombre que estaba debajo de mi.
- Siempre he sabido como te gusta - seguí con el trabajo manual para que se corriera rápido - Así, ¿verdad?
- Sí, justamente así – tenía la respiración agitada
- Siempre has sabido como complacerme.
- Porque tú siempre has sabido prender mi motor.
- Nunca he podido negarte nada.
- Por eso siempre has sido mi socio - le di una lamida lenta a sus testículos, sabía que eso lo excitaría mucho más y luego los chupe fuerte. Sentí como George, mi socio se arqueaba y gemía.
- ¡Oh sí!
- Vamos Daddy - le encantaba que lo llamara de esa forma - Ven, dame lo que te gusta.
Para algunas mujeres era algo asqueroso, pero para mi significaba que no podría negarme nada después.
- Sí, pequeña - Se sentó en la cama - Ven con Daddy.
Estaba de rodilla en el piso.
- Eres tan hermosa Candy, hoy quiero correrme dentro de ti.
Asentí. Calculaba que le quedaban menos de dos minutos.
Me puse de espaldas a él y me senté en su regazo, alineando su sexo con el mío para que pudiera penetrarme lentamente. Era cierto que era un hombre de casi cuarenta años pero se ejercitaba a diario y comía bien. Así que podía decirse que aun tenía buenas condiciones físicas para tener sexo descontrolado. Comencé a moverme como le gustaba mientras él jugaba con mis pechos que rebotaban de tanto vaivén. Apreté mis músculos vaginales alrededor de su polla, cosa que sabía que a él le encantaba y lo hacía correrse. - Abre las piernas, cielo. Obedecí y comenzó a jugar con mi sexo que estaba adolorido y exigía atención. Se esforzó en hacerme correr, siempre era así de considerado y a los pocos segundos se corrió. Nuestros corazones latían sincronizados y nuestras ropas algo desarregladas. George me abrazó desde atrás y comenzó a besar mi sien.
- De verdad que siempre has sabido como complacerme.
- Lo sé - le dije riendo
Me moví lentamente haciendo que saliera de mi. Me levanté de su regazo, como siempre, fue al baño para asearse un poco.
Volvió a los pocos minutos y luego entré yo a lavarme. Me refresque también, las sesiones de sexo con George siempre eran largas. Salí del baño con mejor presencia.
- Ven acá, cariño - siempre me decía así, aunque hubo un tiempo en que me llamaba bebé. Caminé con paso confiado hacía él. - Toma - dijo - aquí tienes el préstamo por tres millones de dólares para la ampliación de nuestro negocio. Pegué un brinco de alegría, corté la distancia y lo abracé y besé - Todo para mi bebé - me regresó el beso - Mi Sweet Candy.
Llegué a casa emocionada, no podía creerlo, mi se cumpliría mejor de lo que me imaginaba. Fui a mi cuarto y tomé una larga ducha. Al salir busqué mi bata de seda y me la puse, me tiré en la cama, solo mirando lo blanco del techo, me pregunté cómo había llegado hasta aquí y todo lo que había logrado con el sexo pero también recordé la única vez que deje enfriar mi corazón y todo lo que perdí por eso.
Cerré mis ojos y comencé a retroceder.