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Natasha siempre tuvo un sueño: unirse a la familia Colt, una de las rancheras más reconocidas de su región natal. Desde joven, siempre había preferido hombres con más experiencia, como Jack Colt. Sin embargo, Jack se había casado, al igual que su hermano menor. Eso dejaba solo a Max Colt, el reservado y enigmático patriarca de la familia, a quien Natasha siempre había considerado inalcanzable, ya que rara vez aparecía por el pueblo debido a su residencia en el extranjero. El destino, sin embargo, tenía otros planes para Natasha. En un giro inesperado, se encuentra con Daniel Colt, el hijo de Max. Lo que parecía el comienzo de una relación normal pronto da un giro sorprendente cuando Natasha finalmente se encuentra cara a cara con el hombre que siempre había deseado conocer: Max Colt, quien ahora es su suegro.
Spin-off de Lazos del Destino: Un Contrato con el Vaquero.
Prólogo
Estados Unidos - Texas - 1996
Max condujo hasta el pequeño pueblo que, por cierto, lo tenía todo, y observó a su hijo, absorto en sus pensamientos, mirando por la ventana.
- ¿Quieres pasar por la panadería y comprar algo para el viaje?
- ¡Qué buena idea, papá! ¿Entras? -preguntó Daniel cuando su padre aparcó en la plaza.
- No, ya conoces mis gustos. Tráeme algo y un refresco. Te espero en la librería.
- De acuerdo.
Daniel entró en la enorme panadería y Max fue a la librería. No solía tener mucho tiempo para leer, pero cuando un libro le llamaba la atención, no podía resistirse a pasar horas leyéndolo.
Cogió un libro de tapa dura que le llamó la atención, con una imagen del universo y un astronauta perdido en el espacio. Así que decidió leer la sinopsis para decidir si comprarlo o no.
Mientras tanto, una de las ayudantes de la costurera entró en la librería. Sonó el timbre, anunciando la llegada de otra clienta. A ella también le gustaba leer casi todos los géneros, sobre todo novelas románticas. Desde que vio a la Sra. Colt vestida de novia, se moría de ganas de tener un Colt en su vida, pero el único que conocía, Jack, ya estaba casado. No conocía a su hermano, a quien su compañera de trabajo le había mencionado, pero daría lo que fuera por conocerlo. Deseaba formar parte de esa familia; todos hablaban maravillas de los Colt. Se enteró de que su hermano menor, un joven de veintitantos años, había aparecido, e incluso le interesó, pero descubrió que había empezado a salir con alguien. Así que el único Colt que quedaba era un hombre casi imposible de conocer, ya que rara vez aparecía por el pueblo. Mientras miraba los libros en una de las estanterías, un hombre muy fragante pasó junto a ella. Su perfume era tan agradable que lo miró, de espaldas, con un libro de tapa dura en la mano. Observó atentamente su mano, grande y de dedos gruesos, y era muy alto, probablemente de 1,93 m. Era raro ver a un hombre tan alto en la ciudad, salvo en los Colts. Tenía el pelo ligeramente canoso y un cuerpo bien definido, visible incluso bajo el traje, que se ceñía a sus curvas. Bajó la vista hacia sus largas piernas y su trasero redondo. Nunca había pasado tanto tiempo admirando a un hombre con la edad suficiente para ser su padre, pero este no era un hombre cualquiera; era diferente. Giró la cabeza a un lado para mirar otro libro, y ella pudo admirar su perfil. Lo encontró muy guapo y atractivo. Sinceramente, incluso pensó en acercarse a él, pero siempre había sido tímida, por eso nunca había tenido novio. Mientras pensaba, un chico guapísimo, de su edad, abrió la puerta, tocó el timbre y llamó al hombre que olía bien. «Papá, ¿nos vamos?». "Claro, solo pagaré este libro." Natasha observó al hombre caminar hacia la caja, sin poder verle la cara. La timidez no le permitía dar un solo paso para hablar con él. Así que pagó el libro y se fue, y ella perdió la gran oportunidad de hablar con el apuesto anciano.
"¡Rayos! ¿Por qué soy así? Necesito perder esta timidez", pensó mientras se dirigía a la puerta y los veía subir a un lujoso coche. "Es rico, desde luego no es de la ciudad, con un traje tan caro. Sí... Perdí mi oportunidad... Como siempre..."
***
Capítulo 1
Brasil - São Paulo - 1998.
Maximiliano Colt, más conocido como Max o el Sr. Colt, caminaba tranquilamente por el vestíbulo de la empresa. El rítmico sonido de sus pasos resonaba en las paredes de mármol, acompañando las incansables palabras del abogado a su lado.
Una vez más, Max se vio envuelto en asuntos legales, documentos que había firmado sin la debida atención, un alto precio por confiar demasiado. Su expresión seria reflejaba la presión que enfrentaba a diario como director ejecutivo de FashionTech Colt, una de las empresas de moda y tecnología más grandes del país. De repente, como si algo le hubiera llamado la atención, su mirada se dirigió a la entrada principal. Lo que vio allí lo dejó sin palabras. Una mujer despampanante de larga melena pelirroja estaba hablando con el portero. Vestida con un elegante traje de falda, exudaba una presencia imposible de ignorar. Max se quedó paralizado, con la mirada fija en ella, mientras la monótona descripción del abogado se desvanecía en su mente. Casi toda su cuerpo estaba cubierto, pero su forma de moverse, la seguridad en su postura, desprendían un encanto y una sensualidad que dejaba a cualquiera sin aliento. «Modelo de empresa», pensó, pero algo en ella parecía diferente, especial. Los ojos de Max, de un azul profundo, brillaban con una intensidad que no había sentido en mucho tiempo. Junior, el abogado, al notar la distracción de su jefe, se aclaró la garganta, intentando que Max volviera al presente. Max apartó la mirada por un instante, pero su mente quedó cautivada por la imagen. Volvió a mirar a la mujer, sin poder contenerse.
Su andar era una obra de arte. El suave balanceo de sus caderas, las piernas torneadas que se deslizaban...
Eran elegantes. Cada detalle de ella parecía meticulosamente orquestado para hechizar y encender el deseo de un hombre. Max sintió una oleada de calor que le subía por la nuca, una sensación tan intensa que se vio obligado a aflojarse la corbata. Nunca antes se había permitido mirar a mujeres tan jóvenes con tanto interés, pero algo en ella lo desarmó, rompiendo sus propias reglas y prejuicios. El abogado, al notar el cambio repentino en la expresión de Max, dejó de hablar y siguió la mirada de su jefe. Cuando sus ojos se encontraron con la despampanante pelirroja, comprendió de inmediato por qué Max había perdido la concentración. La atmósfera en el vestíbulo cambió, cargada de una tensión silenciosa, casi palpable. Max sintió que su corazón se aceleraba, un músculo que siempre había controlado con frialdad y determinación, ahora latía descontroladamente, traicionando su compostura. ¿Quién era esta mujer? ¿Y por qué, de repente, su presencia lo afectaba tanto? Estas preguntas resonaban en su mente, pero antes de que pudiera pensar en una respuesta, la mujer giró el rostro y sus ojos se encontraron. Fue una descarga. Como si una corriente eléctrica lo recorriera. Sus ojos, de un verde intenso, brillaban con una mezcla de misterio y desafío. Max sintió que se le cortaba la respiración por un instante. Ella sonrió levemente, un gesto sutil que parecía albergar secretos que él, de repente, deseaba desesperadamente desentrañar. Todo a su alrededor desapareció. El abogado, los problemas, los compromisos del día... Nada más importaba. Max Colt, el hombre que siempre había mantenido el control, se perdió en un instante que duró una eternidad. La joven apartó la mirada y siguió caminando, el sonido de sus tacones resonando en el vestíbulo, mientras Max, aún aturdido, la observaba hasta que desapareció en el ascensor. Cuando la puerta se cerró, dejó escapar un suspiro que ni siquiera se había dado cuenta de que estaba conteniendo. Max aún no lo sabía, pero esa mujer acababa de abrir una puerta en su vida, una situación que nunca imaginó que experimentaría. Una simple visión, un breve instante, y nada volvería a ser igual.
Max seguía perdido en sus pensamientos cuando el carraspeo lo devolvió a la realidad. Junior, el abogado, carraspeaba con insistencia, intentando recuperar la atención de su jefe.
"Señor Colt", insistió Junior con urgencia. "¿Sobre los documentos...?"
Max parpadeó, sacudiendo ligeramente la cabeza, como si intentara olvidar el impacto de la visión que acababa de tener. Miró a Junior, pero su mente seguía en lo que acababa de suceder.
"Sí, los documentos", respondió Max, con la voz más grave de lo que pretendía. Intentó concentrarse en el asunto en cuestión, pero le era imposible ignorar los rápidos latidos de su corazón.
Junior continuó hablando, ahora con más confianza tras haber recuperado la atención del director ejecutivo.
Necesitamos revisar las condiciones urgentemente, Sr. Colt. No podemos permitir que esta situación empeore. Si no actuamos con rapidez, podríamos tener serios problemas legales...
Mientras Junior hablaba, Max sentía que su irritación aumentaba. No con el abogado, sino consigo mismo. ¿Qué le pasaba? ¿Desde cuándo una simple mujer podía distraerlo tanto? Max siempre se había enorgullecido de su disciplina, de su capacidad para mantenerse concentrado, pero ahora...
La sonrisa de esa mujer seguía grabada en su mente. Lo había desarmado con una sola mirada, una fracción de segundo que lo hizo perder el control. Una parte de él quería dejarlo pasar, seguir adelante, pero otra parte, una parte más profunda, más visceral, sabía que no podía ignorarla sin más.
"Junior", interrumpió Max bruscamente al abogado, levantando la mano. "Envía los documentos a mi oficina. Lo revisaré todo más tarde".
El abogado se sorprendió un poco por la respuesta, pero asintió.
"Por supuesto, Sr. Colt. Me encargo de ello enseguida". Max miró al abogado, dándose cuenta de su impaciencia. Sabía que los documentos eran importantes, pero en ese momento, algo más lo atormentaba.
"Gracias, Junior. Lo estás haciendo bien", añadió, intentando suavizar su anterior brusquedad.
Junior esbozó una leve sonrisa, agradeciéndole su confianza, y se marchó rápidamente, dejando a Max solo en el vestíbulo.
Max permaneció allí unos segundos más, con la mirada fija en el ascensor que se había llevado a la pelirroja. Sabía que este no sería su último encuentro. Algo en su interior le decía que, de alguna manera, el destino los volvería a ver.
Aún sumido en sus pensamientos, Max se enderezó, se ajustó la corbata y, con un profundo suspiro, se dirigió a su despacho. Tenía mucho trabajo por hacer, pero algo en su interior había cambiado. Ese encuentro, por breve que fuera, había dejado una huella imborrable.
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